Padres

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Kei Tsukishima estaba recostado en el sofá, con un libro en las manos, cuando escuchó un suave llanto proveniente de la habitación de su hijo. Levantó la mirada por encima de sus gafas y luego dejó el libro a un lado. Se levantó lentamente, tratando de no hacer mucho ruido para no despertar a su esposa, quien dormía plácidamente en la habitación contigua. Sin embargo, para su sorpresa, al llegar a la puerta de la habitación del bebé, vio que ella ya estaba allí, acunando al pequeño en sus brazos.

"Pensé que estabas durmiendo", dijo Kei en voz baja, acercándose a ella.

Ella sonrió suavemente, arrullando al bebé que ya empezaba a calmarse. "Lo estaba, pero lo escuché antes que tú", respondió con un tono divertido.

Kei la observó durante unos momentos, la forma en que lo acunaba con tanto cuidado y amor. A pesar de su actitud usualmente fría y distante, en ese instante, su expresión se suavizó. No podía evitar sentirse conmovido al ver lo mucho que su hijo significaba para ella, y también para él, aunque no lo expresara con palabras.

"Déjame intentarlo", dijo Kei, extendiendo los brazos hacia su hijo. Ella asintió y le pasó al pequeño con cuidado.

Kei sostuvo al bebé con una torpeza que, aunque ya había mejorado desde que había nacido, seguía siendo evidente. El bebé abrió los ojos, miró a su padre y soltó un pequeño bostezo antes de acurrucarse contra su pecho. Kei se quedó quieto por un momento, como si no quisiera interrumpir el momento.

"Lo estás haciendo bien", dijo ella, colocándole una mano en el hombro.

Kei asintió, pero no dijo nada. En cambio, se concentró en el suave ritmo de la respiración de su hijo, que pronto volvió a quedarse dormido. Se sintió abrumado por un sentimiento de paz, uno que rara vez experimentaba, pero que se había vuelto más común desde la llegada de su hijo.

"Gracias", murmuró Kei, casi como si hablara consigo mismo, pero su esposa lo escuchó.

"¿Por qué?", preguntó, levantando una ceja, ligeramente sorprendida por su tono.

Kei la miró, su mirada más cálida de lo que solía ser. "Por ser tan buena madre... y por todo lo que haces por nosotros."

Ella sonrió, y en ese momento, Kei supo que, a pesar de sus diferencias y su tendencia a ser un poco cerrado, estaba exactamente donde quería estar. Con su familia.

Mientras los tres permanecían allí, en la quietud de la noche, Kei se sintió agradecido de tener un hogar lleno de amor, incluso si a veces le costaba expresarlo. Sabía que siempre tendría a su lado a su esposa, su hijo y esa tranquilidad que solo ellos podían darle.

One shots- Kei Tsukishima Donde viven las historias. Descúbrelo ahora