omegaverse

21 0 0
                                    

La vida en el mundo de los alfas, betas y omegas siempre había sido un delicado equilibrio de jerarquías y expectativas. Como beta, siempre habías disfrutado de una existencia tranquila, sin las intensas necesidades de un omega o la abrumadora responsabilidad de un alfa. Habías crecido aceptando que tu vida seguiría un camino relativamente estable, lejos del caos de los ciclos de calor o las complicaciones de las uniones.

Sin embargo, todo cambió en un solo día, un día que recordarías como el momento en que tu vida se volcó por completo.

Estabas en clase, como cualquier otro día, tomando apuntes mientras el profesor explicaba la lección. Kei Tsukishima, un alfa que siempre había mantenido su distancia, estaba sentado a un par de asientos de ti, su habitual expresión de indiferencia plasmada en su rostro. Era conocido por su inteligencia y su fría actitud, pero también por ser uno de los alfas más dominantes de la escuela, alguien con quien pocos se atrevían a meterse.

De repente, una extraña sensación comenzó a invadir tu cuerpo. Al principio, fue un ligero malestar, pero pronto se transformó en algo más intenso, algo desconocido y aterrador. Te estremeciste, sintiendo un calor que no era normal, una presión creciente en tu pecho. Intentaste ignorarlo, pensando que solo era un mal día, pero cuando el aroma en el aula cambió de manera imperceptible, todo se volvió claro.

Los alfas a tu alrededor comenzaron a mirarte, y no de la manera habitual. Había un brillo en sus ojos, un reconocimiento instintivo que te hizo comprender lo impensable: te estabas transformando en un omega.

El pánico se apoderó de ti. Sin saber qué hacer, recogiste tus cosas rápidamente y saliste corriendo del aula, ignorando las miradas curiosas y preocupadas de tus compañeros. No sabías a dónde ir, solo sabías que necesitabas escapar de las miradas hambrientas y de la confusión que se apoderaba de tu mente.

Llegaste a la azotea de la escuela, un lugar que solías visitar para encontrar paz. Pero esta vez, la paz estaba lejos de tu alcance. Te apoyaste contra la barandilla, respirando con dificultad mientras tratabas de procesar lo que estaba ocurriendo.

No estabas sola por mucho tiempo. Sentiste una presencia detrás de ti antes de que una mano se posara en tu hombro. Te giraste rápidamente, encontrándote cara a cara con Tsukishima. Sus ojos, normalmente fríos y calculadores, ahora mostraban una mezcla de sorpresa e interés.

—Tú... —empezó a decir, pero no parecía saber cómo continuar.

—Yo no... No sé qué está pasando —balbuceaste, sintiéndote completamente vulnerable.

Tsukishima te observó en silencio durante un momento, su mente claramente procesando la situación. Finalmente, habló con un tono más suave de lo habitual.

—Estás entrando en tu primer ciclo de calor —dijo, sin rodeos.

La realidad de sus palabras te golpeó como un balde de agua fría. Te habías convertido en omega, una transformación rara pero no imposible en betas. Tu cuerpo estaba cambiando de una manera que nunca habías imaginado, y ahora te enfrentabas a una nueva realidad llena de desafíos y peligros.

—¿Por qué tú? —preguntaste, apenas capaz de mantener la compostura—. ¿Por qué viniste aquí?

Tsukishima te miró fijamente, su expresión volviendo a ser tan inescrutable como siempre.

—Porque... soy un alfa —respondió simplemente—. Y porque sabía que necesitabas ayuda. No te dejaré enfrentar esto sola.

No podías creer lo que estaba ocurriendo. Tsukishima, el alfa distante y frío, estaba ofreciendo su ayuda en el momento en que más lo necesitabas. Su presencia, que normalmente te habría intimidado, ahora te ofrecía un extraño consuelo.

—No tienes que hacerlo —dijiste en un intento de ser fuerte, aunque tu voz temblaba—. Puedo manejar esto por mi cuenta.

Pero Tsukishima negó con la cabeza, su expresión suavizándose ligeramente.

—No seas terca —dijo, y por primera vez, hubo un rastro de preocupación genuina en su voz—. Esto es nuevo para ti, y necesitarás ayuda para adaptarte. Además, como alfa, es mi instinto proteger a aquellos que lo necesitan, especialmente ahora que estás en tu primer ciclo.

Sentiste una mezcla de emociones, entre la gratitud y la confusión. Sabías que no podías rechazar su oferta, no cuando tu cuerpo estaba tan fuera de control. Aceptar su ayuda significaba rendirte a la realidad de lo que eras ahora, pero también significaba que no estarías sola en este proceso aterrador.

—Gracias —murmuraste finalmente, sintiendo las lágrimas arder en tus ojos.

Tsukishima asintió, y por un momento, su mano se deslizó hacia tu mejilla, un gesto sorprendentemente tierno de alguien como él.

—No te preocupes. Vamos a superar esto juntos —prometió.

En ese momento, mientras estabas de pie bajo el cielo abierto, supiste que aunque tu vida había dado un giro inesperado, no lo enfrentarías sola. Con Tsukishima a tu lado, el camino por delante parecía un poco menos aterrador.

One shots- Kei Tsukishima Donde viven las historias. Descúbrelo ahora