Embarazo

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Era una tarde tranquila en Miyagi. El cielo estaba despejado y el suave murmullo de las hojas movidas por el viento creaba una atmósfera de calma. Kei Tsukishima, alto y con sus habituales lentes de montura negra, caminaba por el parque junto a su esposa, tú, que llevabas seis meses de embarazo. Aunque su expresión era como siempre seria y reservada, en su interior no podía evitar sentirse emocionado por lo que vendría en unos meses.

Mientras caminabas a su lado, sentías las suaves pataditas de tu bebé. Cada vez que el pequeño se movía, te llevabas la mano al vientre, una sonrisa suave adornando tus labios. Tsukishima notó tu gesto y, aunque no dijo nada, sus ojos se suavizaron un poco, reflejando el amor y la ternura que sentía por ti y por el bebé.

—¿Estás bien? —preguntó de repente, su voz más suave de lo habitual.

—Sí, estoy bien —respondiste, mirando hacia él con una sonrisa—. Solo que… no puedo evitar sentirme emocionada. Cada día estamos más cerca de conocerlo.

Tsukishima asintió, y por un momento, sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa, casi imperceptible. Era raro verlo sonreír, pero desde que te enteraste del embarazo, había comenzado a mostrar pequeños signos de emoción, aunque siempre tratara de ocultarlo.

—Será un chico alto, seguro —dijo, haciendo una leve broma—. Pero espero que no saque mi personalidad… no quiero que sea tan cínico como yo.

Te reíste suavemente, dándole un suave codazo en el costado.

—No seas tonto. Serás un gran padre, y nuestro hijo será perfecto tal como es.

Tsukishima sintió una cálida sensación en su pecho al escucharte. Aunque no era bueno expresando sus emociones, sabía que haría todo lo posible por ser el mejor padre para su hijo. No lo admitía fácilmente, pero la idea de formar una familia contigo era algo que lo llenaba de una felicidad que nunca antes había experimentado.

Mientras continuaban caminando, la conversación se desvió hacia posibles nombres para el bebé, y aunque Tsukishima mantenía su fachada seria, tú podías ver en sus ojos lo entusiasmado que estaba con la idea de ser padre. A medida que el sol comenzaba a ponerse, el paisaje se teñía de un cálido tono dorado, envolviéndolos en una suave luz que hacía que todo se sintiera más especial.

En ese momento, Tsukishima se detuvo y, sin previo aviso, te rodeó con sus brazos, abrazándote suavemente por detrás mientras colocaba sus manos sobre tu vientre. El gesto fue tan inesperado que te quedaste sin palabras por un momento.

—Te amo —murmuró, su voz tan baja que casi fue un susurro—. Y haré todo lo que esté en mi poder para protegerte a ti y a nuestro hijo.

Sentiste cómo tu corazón se aceleraba y, sin poder contener las lágrimas, te volviste hacia él, abrazándolo con fuerza. En ese instante, supiste que, aunque Tsukishima no siempre mostraba sus emociones abiertamente, su amor por ti y por su hijo era más fuerte que cualquier cosa.

Juntos, esperaban con ansias el día en que finalmente conocerían a su pequeño, sabiendo que, sin importar lo que el futuro les deparara, lo enfrentarían juntos como una familia.

One shots- Kei Tsukishima Donde viven las historias. Descúbrelo ahora