- ¿Estás bien? -pregunto Zana.
- La verdadera pregunta es como tú puedes estar tan tranquila, después de...
- Después de esa salvajada. Pensé que habrías visto cosas similares en Atalanta. -dijo observando a Laertes con curiosidad.
- He visto duelos, pero no ha muerte.
- Yo llevo viendo ese espectáculo desde que nací, es natural.
- Yo no le veo lo natural.
- Serás el rey deberás respetar las tradiciones de los reinos.
- Y lo haré, aunque no las entienda.
- Es que no hay que entenderlas. Te daré un consejo mi príncipe, no gastes lágrimas, fuerzas o cualquier otro sentimiento por causas perdidas.
- De acuerdo. -dijo poco convencido.
- Me has preguntado por qué no me inmuto ante semejante espectáculo, es mi tradición, mi legado, no lo comparto, pero he de honrarlo. Un monarca o futuro monarca no debe mostrar más sentimientos que los necesarios, sino será objetivo de hienas.
- Pero tenemos diez años deberíamos...
- Ser niños. No somos unos niños cualesquiera, somos hijos de gobernantes que habrán de cumplir con su deber y hacer ante todo el bien común a su pueblo, más allá de sus deseos. -respondió la princesa para marcharse de allí.
- Espera.
- ¿Y ahora que ocurre? -se giró a preguntar Zana
- No me ibas a llevar a la lechucería.
- Cierto. Entonces sígueme.
No tardaron mucho en llegar a una de las torres del castillo en la parte de más alta de esta se encontraba la lechucería.
Tomó dos hojas de papel una para cada carta, la primera se la escribió a Lamec, contándole todo lo que estaba viviendo en aquel lugar, como eran la personas, las construcciones, que comían, etc.
La otra iba para Layla, también le contaba todo lo que había en aquel lugar, pero a diferencia de la carta de su hermano, en esta le preguntaba por ella.
Terminadas las cartas le dio una a cada lechuza, y observó como estas salían volando por lo vanos de la torre rumbo a Atalanta.
Lo cierto es que el príncipe de unos diez años no dejó de escribir a Layla y Lamec desde su llegada al igual que no paró de recibir respuestas, pero según pasaron los días y con ello los meses esa interacción se volvió cada vez más escasa hasta el punto de escribir solo una carta cada cuatro meses.
Y al mismo tiempo que esto ocurría un halo de maldad iba cerniéndose poco a poco sobre Atalanta y los siete reinos. Un mal que tendría poco remedio cuando estallase y arrasaría con todo lo que una vez fue bueno.
En el undécimo cumpleaños del infante que se celebró en Hamada ya que ahí residía en este periodo de su vida llegó una carta de su hermano, otra de Layla y otra de sus padres.
Esta última, resulto ser la más importante en ella se le mencionaba que seis meses antes de cumplir su duodécimo año debería viajar al reino de Ignis y seguir con su formación.
Pero eso no fue lo que le importo al príncipe sino el hecho de que en aquellas letras también se hablaba de su matrimonio concertado con una joven, ambos se comportarían al cumplir los decimoquintos años de cada uno, la celebración sería en el reino del bosque.
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Matayrit I (Balada de Pardales)
FantasyEntre lo que se conoce como la aurora o el ocaso en donde se une el océano con el sol, esa fina linea donde intercede el sol más allá de aquellas fronteras se encontraba otro mundo. Puede que esta historia sea como tantas otras que se nos han contan...