Capítulo Once

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- ¿Como es eso de que ahora es una señorita? -pregunto incrédulo Laertes.

- Tú te acuerdas de que su madre decía que era una salvaje trepando por los árboles, rompiéndose sus vestidos, etc.

- Si claro, decía que así nunca conseguiría un prometido respetable.

- Pues luego se fue refinando, aunque sigue teniendo ese carácter que da miedo. -dijo con una sonrisa.

- Si lo recuerdo bien. -respondió de la misma forma.

- Por lo que tengo entendido llegan mañana.

- Cierto.

- Entonces dales un beso de mi parte a todos, y dile a Layla que volveré a escribirla.

- ¿Pero te vas ya? -pregunto incrédulo.

- Cuanto antes parta antes llegaré, mi futuro rey.

- Pues entonces me temo que deberás compensar a la futura reina con algo más la próxima vez.

- ¿Tenéis por prometida a la princesa de Metsa? -pregunto extrañado.

- No tonto, es Layla. ¿Pensé que lo sabías? -respondió con incertidumbre.

- Lo cierto es que después de que te marchases me centre en mis labores de príncipe guerrero, y no he estado pendiente de eso. Ni siquiera he buscado prometida, pero... vaya... me alegro. -dijo con una sonrisa de labios cerrados.

- Gracias por alegrarte por mí.

- ¿Y por qué no lo haría? -dijo obvio.

- No sé.

- Bueno ahora que lo dices resulta raro que mi hermano se vaya a casar con la chica que es como mi hermana casi podría ser incesto.

- Pero que tontería dices. -dijo para soltar una carcajada. – Me alegra que haya cosas que no cambien como nosotros.

- Y a mí. Ahora si he de marchar. Mi rey. -dijo para hacer una reverencia.

- Lamec, ¿nos veremos pronto? -quiso saber Laertes.

- Por su puesto. Antes de lo que pensáis nos veremos, estoy seguro. -respondió con sinceridad.

- En ese caso buen viaje hermano.

Sin más que decir el hermano del príncipe marcho de aquel reino rumbo a su destino. Por otra parte, en las estancias de aquella habitación había un futuro rey pensativo en cómo debía el gobernar en un futuro.

También se planteaba que nuevas leyes aplicaría, recordaba sus conversaciones con Zana y no podía evitar pensar en cómo podría ayudar a su amiga y salvarla de su cruel destino.

Los días pasaron y por fin llego el esperado Equinnoccio de primavera, era fácil saberlo pues se podían escuchar varios carruajes por el bosque uno en el que antes solo se escuchaban los animales.

- Laertes, ¿estás listo? – pregunto Odette llamando a la puerta.

- Si. -contstó para salir de la estancia.

- Pues entonces vayamos a la sala del trono. -respondió para ir en dirección a esta.

No tardaron mucho en llegar, una vez allí los reyes de Metsa Odilón y Oihara se sentaron en sus tronos hechos de madera de abedul, a la derecha de ellos se ubicaba Odette mientras que Laertes se mantenía con de pie, entonces el paje real toco la trompeta anunciando a las familias.

Matayrit I (Balada de Pardales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora