Capítulo 1: Rostros de medianoche

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La ciudad de Gotham se vestía con su manto de sombras y luces difusas, donde la lluvia caía sin compasión, marcando el ritmo en los tejados y las ventanas empañadas. La niebla serpenteaba entre los callejones, envolviendo a la ciudad en una atmósfera de misterio y desasosiego.

En un rincón cercano de los barrios bajos y del distrito rojo de Gotham, Red Hood se movía con la precisión de un depredador, sus pasos amortiguados por el sonido sordo de la lluvia, que caía sin cesar en medio de la noche. Con la máscara característica sobre su rostro, roja como el color de la sangre y solo con esos ojos blancos, fríos y calculadores, que hacían temblar a los depredadores de esta ciudad, gélida y oscura como el clima. Aquella noche la lluvia caía fuerte dejando un impacto sobre la piel como si las gotas fuesen de hierro, pero tal condición climática no era suficiente como para parar al crimen organizado de ciudad gótica.


El jaleo de una riña callejera y de unos veloces pasos sobre el anegado suelo se escuchaban de manera escasa, pero se hicieron más notorios después que el ruido sordo de un disparo silenciara la noche. El sonido del disparo a lo lejos lo sacó de sus pensamientos. El vigilante se movió rápidamente, siguiendo la pista hasta un callejón oscuro donde el enfrentamiento estaba en pleno apogeo. Su presencia fue como un trueno en la tormenta, y en un abrir y cerrar de ojos, los delincuentes estaban en el suelo, inmovilizados por su fuerza y habilidades.

En esa misma noche, muy cerca de allí, una hermosa chica con un abrigo negro camina por las calles de Gotham. Sus altos tacones suenan en el pavimento, mientras esconde las manos frías en los bolsillos del abrigo, sabiendo que a esa hora y con la tormenta, el momento era propicio para que los delincuentes hicieran sus fechorías y el distrito de clubes nocturnos se mostrara despierto.

Ariadne, antes de entrar a su trabajo, entra a un bar cercano, por el que solía pasar todas las noches sin excepción, tenía que tomar un trago antes de aventurarse entre mujeres desnudas y hombres pervertidos, necesitaba valor, y un poco de fuerza también, para enfrentar su destino, y una vez más, como cada noche, ponerse una máscara de sensualidad y misterio, para poder sobrevivir en este lugar y dejarse de sentir, al menos por un momento, como una esclava de las circunstancias.

Luego de empujar la pesada puerta del bar, y mirar hacia dentro del establecimiento, en el cual solo unos cuántos se refugiaban del frío, ella entró con paso decidido y sensual hacia la barra, donde un hombre calvo y barbón de aproximadamente 40 años, la esperaba como cada noche, para darle su trago de valor líquido, y tal vez, también, dirigirle una breve mirada de lástima.

-"hola guapo..." Dijo la chica, sin mirarlo siquiera mientras se acomodaba su larga cabellera negra a un lado de su cabeza, quitándole con las manos al menos un poco de agua a su cabello mientras se sentaba en uno de los banquillos más cercanos a su proveedor de licor de siempre y de esa noche también, y quien limpiaba minuciosamente un vaso 'High Ball' con un trapo blanco.

-"Buenas noches, preciosa, ¿Lo mismo de siempre?" Le preguntó, mirándola de soslayo, con una pequeña sonrisa con un tinte de sorna, en la que albergaban un montón de preguntas que, a su vez, parecían englobarse en una sola.

-"Por favor y gracias..." Fue lo único que ella alcanzó a decir, antes de comenzar a sentir el calor sutil del lugar, y con ello estremecerse un poco debido al frío, mientras se acomodaba en la silla.

A lo cual el cantinero giró hacia la licorera, donde tomó una botella de whisky barato, y actuando mecánicamente, le sirvió a la chica un whisky doble, en un vaso de vidrio cortado, complementado con un hielo como si el frío del ambiente no fuera poco, lo empujó hacia la chica, Ariadne tomó el vaso, y sin esperar comenzó a beber.

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