Capítulo 7. Arrebato de Medianoche.

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Nightwing y Red Hood, aún con sus trajes de encubiertos, caminaban hacia el auto del primero, que estaba escondido en un callejón. Y cuando llegaron a él, y entraron, el vigilante acróbata comenzó a conducir, y a hablar en un tono algo preocupado y serio. --"Ariadne si está atrapada con ese tipo, la historia que te contó es cierta, y ha sufrido muchas cosas, por lo que investigué, ¿Qué piensas hacer con ello?"

Jason bufó de cansancio y de molestia ante aquel hecho, esa noche, sus pensamientos no estaban en la caza de criminales ni en la venganza. En lugar de eso, su mente estaba fija en un rostro que no podía borrar de su memoria. Estaba determinado en una cosa en particular y sacando de uno de sus bolsillos de su costoso abrigo una cajetilla, sacó un cigarrillo, para comenzar a fumar, y mientras abría la ventana de la puerta del copiloto, y como un gruñido volvió a decir.

--"Ya te lo dije, voy a hacer lo que debí haber hecho en cuanto la conocí, y ni tu ni nadie va a detenerme, mientras menos sepas, mejor para ti"— Mirándolo con el rabillo del ojo, mientras soltaba la ceniza por la ventanilla del auto. La imagen de aquella mujer seguía persistiendo en su mente, como un faro en la niebla. Su rostro era un anhelo, una presencia que desafiaba la oscuridad que había en él.

Dick no pareció muy contento con la respuesta de su hermano, y mientras conducía, le dedicó una mirada preocupada. --"Por favor no hagas nada imprudente, necesitas un mejor plan que sólo entrar como el dueño del condado y disparar. Podrían matarte, podría..."—Tratando de razonar con su hermano, pero pronto se dio cuenta de que estaba hablando con la pared, y de que no tenía sentido alguno que dijera algo, así que, sin hablar, siguió conduciendo, hasta que se les pasara el coraje a ambos.

Cuando estuvieron en la calle de la casa de seguridad de Jason, Dick detuvo el coche, para dejar bajar a su hermano, y con una voz algo preocupada, intentar por última vez hacerlo entrar en razón. A pesar de sus esfuerzos, sabía que su hermano estaba vuelto loco de furia, así que le pidió, sabiendo que su hermano haría lo que le pegaba su gana. --"Cuídate, y cuida de la chica también."

Sin decir nada, Jason bajó del coche, y sin siquiera despedirse, bajó del vehículo, dando un leve portazo. Tenía la cabeza llena de ideas, de posibilidades, de planes en los que todo podría salir mal. Sabía que era una sentencia de muerte ir hacia allá y sacarla de ese ambiente, pero estaba determinado a una cosa, a salir, a ir por ella, nada le impedía en ir por ella en ese preciso momento. Pero antes tenía que hacer unas cosas, y tenía que recoger el armamento suficiente para mantenerla segura. A salvo.

Y con esa consigna en la mente entró a su casa de seguridad. Al regresar a su escondite, con el abrigo y el traje goteados con una ligera brisa, se dejó caer en la silla de su oficina improvisada. Con un suspiro cansado, miró una de las fotos que le había tomado, y que estaban junto con su expediente que tenía en el escritorio, el único recuerdo tangible de aquella vez que la había visto.

Jason sabía que su vida era una tormenta perpetua, llena de riesgos y peligros, pero el simple pensamiento de esa luz en medio de la oscuridad lo mantenía aferrado a una esperanza que no había sentido en años. La ciudad de Gotham y sus sombras no podían apagar el tenue brillo de lo que había encontrado en ella, y en su corazón, una pregunta persistía: ¿Podría ella ser la paz que tanto deseaba en su vida turbulenta?

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El Farol en la NieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora