...
Luego de que Ariadne recibiera una golpiza por parte de Silvano, y de que ella buscara en aquellos barrios bajos un doctor para atender sus heridas, cansada, se fue a su casa, la chica sabía que no podía seguir así, pero también sabía que no tenía el suficiente dinero para salir corriendo de aquella vida llena de dolor.
Por unos instantes, antes de entrar a su casa, ella miró alrededor, y cuando se preguntó a quién estaba buscando, no le agradó hallar en si misma la respuesta. Desde esa noche en el motel de paso no lo había visto, y por un instante se preguntó si volvería a verlo.
Pero en cuanto la stripper giró la llave de su puerta, consideró que estaba siendo una tonta al pensar en una persona que apenas si había tenido una conversación con ella.
La conversación más larga que había tenido en meses.
Así que negando amargamente al haberse descubierto pensando en Red Hood, la stripper entró por la puerta de su casa, mientras descansaba una mano sobre el estómago en un intento por apagar el dolor que aún sentía por la patada del "Rey Mono"
Al llegar a ese húmedo y oscuro habitáculo, la chica encendió la luz. Donde un departamento con apenas una habitación, un baño y sin puertas que dividieran un lugar de otro, la esperaban.
Cerrando la puerta con el pie, y dando un portazo, la stripper se quitó con un gruñido de molestia y de dolor los altos tacones que llevaba, inclinándose para tomarlos y sentir una punzada intensa de dolor en el estómago por ello, para caminar descalza y como podía hacia un viejo sillón con rastros de derrames en la tapicería antigua, botar los tacones hacia su habitación y luego de recostarse como podía soltó una bolsa de medicinas que llevaba en la mano, sobre una despostillada mesa con tabla de vidrio.
...
Al cabo de un rato se quedó dormida, agotada por la tensión y los golpes que la llevaban a un estado de sopor.
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Mientras dormía, Ariadne soñó con el orfanato, aquel que la había albergado durante años dándole al menos techo y sustento, pero en esta ocasión, ella se veía a sí misma, como mirando una película de su vida.
La chica caminaba por un pasillo luminoso y cálido, las paredes adornadas con colores vivos y dibujos infantiles que ella misma había hecho años atrás. El eco de las risas infantiles resonaba en el aire, mezclándose con el suave murmullo de las monjas que enseñaban en las aulas. Los recuerdos de juegos y abrazos sinceros llenaban su mente, como cuando se había raspado las rodillas al caer de la resbaladilla, de cómo jugaba futbol americano con sus amigos del orfanato cuando las demás niñas solían jugar a tomar el té y cada rincón del orfanato le resultaba familiar y reconfortante.
Las monjas, con sus sonrisas amables, la miraban desde las ventanas de las aulas, sus voces suaves y tranquilizadoras hablando de lecciones y cuentos, sobre los conceptos que ellas tenían sobre el bien y el mal. El aroma de pan recién horneado se filtraba por el pasillo, evocando los momentos más sencillos y felices de su infancia.
Sin embargo, a medida que avanzaba por el pasillo, las luces comenzaron a atenuarse, y el color vibrante de las paredes se desvaneció en sombras ominosas. Las risas se convirtieron en susurros ininteligibles y las imágenes de los amigos se distorsionaron, como reflejos en un cristal roto.
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El Farol en la Niebla
Fiksi PenggemarTodos conocen la historia detrás de uno de los hijos del murciélago de Gotham, Red Hood. El antihéroe de la ciudad del crimen marcado por su pasado y que, en palabras de estos escritores conjuntos, merece algo mejor en su vida. Pero ahora, hablemos...