Capítulo 11: Decisiones.

15 4 0
                                    


...

La exigencia de Ariadne para quedarse a enfrentar a Silvano, causó en el vigilante una sensación de calor y amor que le hizo volver a sentir el pecho lleno de amor, sentía que ella estaba siendo un apoyo para él, aunque no lo necesitara, aunque no...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La exigencia de Ariadne para quedarse a enfrentar a Silvano, causó en el vigilante una sensación de calor y amor que le hizo volver a sentir el pecho lleno de amor, sentía que ella estaba siendo un apoyo para él, aunque no lo necesitara, aunque no lo hubiera pedido.

Pero también, sintió una sensación de pánico en el estómago, no podía dejarla allí, y ciertamente el tiempo en el que se quedaban en ese lugar arriesgaban más y más a la anciana que les había prestado su casa. Necesitaba pensar en una manera de no arriesgar a las dos, y sentía que de nuevo le dolía la cabeza.

--"Eres una loca por quedarte, ¿lo sabías?"-Dijo, mirándola con un gesto de reprobación, pero luego, le dedicó una media sonrisa, mirándola a aquellos ojos purpura tan hermosos. -"Pero te doy el crédito por ser una chica valiente, me gustan las mujeres así."-

La chica sonrió, sintiéndose extrañamente orgullosa por lo que él le había dicho, y con una sonrisa de sorna, respondió, imitando su expresión arrogante. -"Lo sé, nene, lo sé, soy tu chica ideal..."-

Causando una corta risa franca por parte de Red Hood, quien, acomodándose de nuevo en la cama, y dejándola a ella acomodarse también, bufo, mirando al techo, tratando de cambiar el tema para no terminar admitiendo que el comentario sarcástico de la chica podría estar siendo verdad para él. -"Déjame pensar en una manera de ponerte a salvo, mientras déjame recuperarme."-

Ariadne asintió, satisfecha por al menos haberlo hecho reír un poco y recostada en la cama mirando al techo, comenzó a pensar en las mismas cosas que le preocupaban al enmascarado, hasta parecía que estaban conectados mentalmente. Además, le preocupaba andar con la misma ropa, los zapatos de bailarina por toda la ciudad, necesitaba uno o más cambios de ropa, comida, un baño que casualmente no fuera una letrina...

En eso pensaba hasta que el sueño y el cansancio comenzaron a vencerla, y exhalando un suspiro se quedó dormida, al lado de Red Hood en esa cama polvosa.

Pero el vigilante no se quedó dormido, estaba tan absorto en sus ideas que no se daba cuenta de que la chica estaba quedándose dormida junto a él, y cuando volteó para preguntarle algo, se dio cuenta de que la chica dormía.

Red Hood se quedó un momento así, contemplándola, mirando cómo su respiración acompasada le hacía subir y bajar el pecho ligeramente, cómo sus pestañas se movían por la forma en la que sus parpados, cerrados, temblaban ligeramente presas del sopor de los sueños. Contempló su nariz, sus cejas perfiladas, el tono de sus mejillas y de sus labios sin maquillaje, la forma en la que el cabello, oscuro y espeso le rodeaba la cabeza y le daba a su apariencia aquel toque característico, y sonrió.

Sonrió de una manera en la que él no había sonreído antes, sonrió con tranquilidad, con ternura, con afecto. Encontrándose a si mismo haciendo lo que nunca se había permitido. Imaginar. Imaginar un futuro. Con ella a su lado.

El Farol en la NieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora