En ese momento, Ariadne lloraba todo lo que no se había permitido llorar. Estaba tan a salvo como se puede esperar, metida en una habitación de un motel de paso. Derramó sus lágrimas dejando que todos los recuerdos de su vida la hicieran sentir indigna, inadecuada, siquiera para ser feliz.
Hasta que el sueño la venció, como a eso de las dos de la madrugada, Red Hood no había vuelto para consolarla, y consideró que él había tomado en práctica su consejo, y se había olvidado de ella y del asunto en cuanto salió por la puerta, como suelen hacerlo todos los hombres cuando algo no les interesa o no los perturba.
A las seis de la mañana, con el cielo claro y sin nubes, ella tomó su abrigo y se lo puso, ya estaba lista para dejar la habitación cuando miró la mitad del fajo de billetes de cien dólares y aunque una parte de ella quiso tirar ese dinero, se dijo a si misma que estaba siendo una reverenda estúpida para pensar eso y se lo guardó en el bolsillo interno del abrigo, el lugar más seguro que encontraba para guardar ese tesoro.
Pensaba en la cantidad que el vigilante le había dejado y haciendo cuentas, era casi una realidad que con ello podría viajar a South Point, de allí atravesar en ferry el canal marítimo, y también tomar un transporte que la saque por el puente Graham hacia la siguiente ciudad, Blüdhaven. Porque, aunque a ella le encantaría vivir en Metrópolis, la realidad era que también debía pensar en dónde dormir y en qué comer, y el dinero que por ahora tenía no sería suficiente para vivir ni dos meses en la ciudad dorada.
Pero... ¿Y si Silvano la buscaba hasta allí? Le daban escalofríos simplemente al pensar en lo que él le haría si terminaba siendo capturada de nuevo por su verdugo o sus matones y era llevada de nuevo a aquel infierno.
Necesitaba un plan, y pronto...
Así que mientras caminaba, o se desplazaba por la red del metro de la ciudad, llegó a su departamento, donde en su refugio guardó el dinero, y se recostó en su cama sabiendo que lo siguiente en la lista, no sería nada agradable cuando más tarde fuera a trabajar.
Para esa noche, sin amenaza de lluvia, ella volvió a su rutina, subiendo a las mismas líneas de metro y caminando las mismas calles, pero por alguna razón. Evitó su pasada habitual al bar donde había conocido a Red Hood, no sabía si lo encontraría allí o no, y por alguna razón que no supo definir del todo, ella incluso se cambió de acera, para evitar que la vieran de nuevo por allí y la ligaran con el incidente ocurrido.
Al llegar a las puertas del club, sintió un escalofrío ante la sonrisa siniestra que los custodios del club le dedicaron, con esa actitud de parte de ellos sabía que Silvano la había buscado toda la maldita noche, y con ello, que le esperaba un buen castigo por su comportamiento.
Trató de no amedrentarse y dio su número, bailando con sensualidad para hombres con trajes elegantes de muchas edades, mientras intentaba no mostrar el miedo que sentía al saber lo que le esperaba. En el elegante equipo de sonido del lugar, "Coming Undone" de Korn sonaba mientras ella danzaba, usando un diminuto conjunto de lencería color negro y sus tacones altos de charol, que, junto con las luces del lugar, hacían que ella pareciera que había salido de una ilustración erótica.
Pero cuando ella terminó, ni siquiera la dejaron comenzar a caminar para buscar clientes que deseaban bailes privados. Porque justo después de alcanzar a vestirse con su mini vestido color medianoche, uno de los guardaespaldas de Silvano, fue por ella en cuanto bajó del pole.
--"El jefe quiere que vayas a verlo inmediatamente, muévete"—Le dijo fríamente, mientras una sonrisa de sorna se le dibujaba en el rostro.
Ariadne, sabiendo qué era lo que él quería, asintió en silencio, y avanzó con paso dubitativo por entre las chicas y las mesas del club, siguiendo al guardaespaldas de Silvano como si fuera un cordero siguiendo al pastor, listo para el matadero.
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El Farol en la Niebla
FanfictionTodos conocen la historia detrás de uno de los hijos del murciélago de Gotham, Red Hood. El antihéroe de la ciudad del crimen marcado por su pasado y que, en palabras de estos escritores conjuntos, merece algo mejor en su vida. Pero ahora, hablemos...