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— Ojalá me cayeran cinco millones de pesos en la cara justo ahora. — Katsuki murmuró cansado mientras caminaba hacia el apartamento que compartía con su esposo, hasta que sintió una llamada en su celular y contestó. — ¿Quién mierda es?

— ¡Bakugo! — Se escuchó una voz chillona acompañada de una risa. 

— Mei. — Suspira y se apoya contra la pared de la entrada del edificio. — ¿Qué quieres? ¿Mas dinero?

— Lamento tener que exigirte tanto, Bakugo. Pero me dijiste que buscara los materiales más recistentes existentes en el planeta y pues, no cuestan cinco yenes.

Katsuki dejó escapar un gruñido, apretando el puente de su nariz mientras escuchaba el parloteo incesante de Mei. Sabía que ella tenía razón, pero eso no hacía que su agotamiento fuera más llevadero. Tras un largo día como Pro Hero, solo quería llegar a casa y derrumbarse en el sofá junto a Izuku, no lidiar con presupuestos astronómicos y problemas de suministros.

— Ya sé lo que te dije, Hatsume, — respondió, su voz más suave pero aún con un tono impaciente. — Pero, ¿no podrías haber encontrado algo un poco más... asequible?

— Oh, claro, podría haberlo hecho, pero eso sería mediocridad, y yo no soy mediocre — respondió Mei con una carcajada. — Vamos, Bakugo, sabes que si quieres la mejor tecnología, necesitas los mejores materiales. Este nuevo traje de combate va a ser una obra de arte.

Katsuki rodó los ojos, aunque una pequeña parte de él no pudo evitar sentirse intrigado. Era verdad, siempre exigía lo mejor, y Mei era conocida por ser una genio cuando se trataba de crear tecnología revolucionaria. Aun así, no dejaba de ser agotador.

— Bien, bien, lo resolveré, — dijo con un suspiro, resignado. — Pero te advierto, no te acostumbres a estos números. Voy a tener que vender mi alma para pagarte.

— No necesitas un alma para patear traseros de villanos, Bakugo, — bromeó Mei antes de despedirse con un grito alegre y colgar.

Katsuki guardó su teléfono en el bolsillo y subió las escaleras hacia su apartamento, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Cuando finalmente abrió la puerta, el familiar aroma de la cena lo recibió, junto con la cálida luz del departamento que compartía con Izuku. Se detuvo en el umbral, su mirada suavizándose al ver a su esposo en la cocina, moviéndose de un lado a otro con una sonrisa mientras tarareaba una melodía.

Por un momento, todo el estrés del día se desvaneció. Katsuki cerró la puerta detrás de él y se acercó, envolviendo sus brazos alrededor de Izuku desde atrás, apoyando su mentón en su hombro.

— Oye, — murmuró, su voz ahora más tranquila. — ¿Qué estás cocinando?

Izuku rió suavemente, girando un poco la cabeza para mirarlo de reojo.

— Algo sencillo, sabía que llegarías cansado. ¿Cómo estuvo tu día?

Katsuki soltó un suspiro, enterrando su rostro en el cuello de Izuku. El aroma a comida y a su esposo combinaban de una manera que lo hacía sentir en casa.

— Lleno de locuras, como siempre, — respondió. — Pero ahora está mejor.

Izuku sonrió, girándose en los brazos de Katsuki para enfrentarlo. Se acercó y dejó un suave beso en su frente.

— Me alegra escucharlo.

Katsuki se quedó en silencio por un momento, disfrutando de la cercanía de Izuku, pero algo en su mente seguía rondando. El peso del trabajo, la presión de ser el mejor, y la creciente demanda de sacrificios lo estaba desgastando. Se separó lentamente de Izuku y caminó hacia la mesa, dejándose caer en una de las sillas con un suspiro pesado.

Midoriya-sensei ||BKDK||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora