Capítulo 7

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Adam.

Recuerdo la primera vez que la vi. Atrapada en ese calabozo tecnológico, con cables incrustados en su cabeza, luchando desesperadamente por no perderse en el abismo de su propia mente. Chloe Russell, la mariposa maldita de Andrei. Su hija pródiga.

Aquel día, supe que tenía en mis manos la clave para desmoronar todo lo que Andrei amaba. No era solo una cuestión de venganza; era una cuestión de justicia retorcida, de ver cómo el hombre que me había jodido perdería lo único que le importaba.

Y qué mejor manera de lograrlo que a través de su mayor tesoro.

Observé desde las sombras mientras ella se debatía entre gritos ahogados y lágrimas silentes. Sabía que no debía interferir, que mi papel era permanecer invisible, un espectro en la oscuridad. Pero algo dentro de mí se retorció al verla así, vulnerable, rota. No era compasión, ni lástima, sino una retorcida fascinación. Chloe, tan hermosa en su dolor, tan pura en su tormento. Era la contradicción personificada, la joya más preciosa de Andrei Russell, destinada a ser su destrucción.

Sin imaginarlo, Andrei había creado un monstruo. Tan difícil de engañar a los demás, con su propia belleza envolvente, pero mucho más peligrosa y letal de lo que cualquiera podría imaginar. Russell tenía entre sus manos el poder de crear una máquina asesina, y lo logró. Para su desdicha y mi gratitud, ella se volvería en su contra tarde o temprano.

Habían muchas cosas que ella no recordaba ni comprendía aún, pero lo haría. En su momento, desmantelaré la verdad ante sus ojos, y estaré gustoso de verla retorcerse de la rabia.

Orquesté mi entrada en la vida de Russell con la precisión de un cirujano, tejiendo cada detalle, manipulando cada hilo hasta que ella se enredó en mi red sin siquiera darse cuenta.

Pero no será suficiente destruir su mente. Quería destruir su alma, su corazón, su futuro. Y para eso, debía ganarme su confianza, atraerla hacia mí como la mariposa al fuego. El matrimonio. Qué mejor manera de asegurarme de que Chloe se desmorone por completo cuando descubra la verdad. Que el hombre en quien depositó sus últimos vestigios de fe no es más que el diablo encarnado, un monstruo con un propósito singular: verla caer, arrastrando a su amado padre al infierno con ella.

Me miro en el espejo, ajustando el cuello de la camisa y abrochando el Rolex a mi muñeca.

Chloe se verá obligada a darme una respuesta. Un "sí" sellaría su destino, y un "no" solo alargaría lo inevitable.

Recorro mi apartamento, cada objeto perfectamente alineado, cada detalle bajo control, tal como me gusta. No hay lugar para el desorden, no en mi vida, no en mi mente. El caos está reservado para otros, para aquellos que no tienen la fortaleza de mantener el control. Como Andrei, cuya obsesión por el poder y el control lo llevó a perder de vista lo más importante.

Mi teléfono vibra en la mesa, recordándome la cita con Chloe. La respuesta que cambiará todo. Camino hacia la puerta, sintiendo una calma oscura asentarse en mi interior.

Salgo, el viento frío acariciando mi rostro mientras me dirijo hacia el coche. Mi chofer abre la puerta y rodea el vehículo para empezar a conducir por la ciudad neoyorquina.

La última pieza en el juego está a punto de caer en su lugar. Y esto, es solo el comienzo, una pequeña porción de todo lo que desencadenará un juego donde solo habrá una persona de pie al final de la partida.

El sol apenas se alza sobre el horizonte cuando cruzo las puertas de la oficina, un vestíbulo de mármol pulido reflejando el brillo apagado del amanecer. Todo en este edificio irradia poder; los muros altos, las obras de arte exclusivas, la luz filtrada a través de cristales tan gruesos que ni el sonido del exterior se atreve a penetrar. Yo mismo me encargué de la decoración perfectamente diseñada. Es mi dominio, el bastión desde el cual he orquestado la caída de titanes.

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