Capítulo 5

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Chloe.

Lucas descansa sobre mi cama. Su pecho se levanta y cae en respiraciones profundas, ajeno al tumulto de desventajas que se ciernen sobre nuestras vidas. Lo observo desde el umbral de la puerta, mis brazos cruzados en un intento por mantenerme en una sola pieza. Su rostro incluso en reposo, está marcado por las líneas de dolor y sufrimiento que parecen haberse agravado con el paso de las horas.

Las lágrimas que derramó durante su desmoronamiento, aún parecen estar frescas en mi mente, como si no pudieran secarse jamás.

¿Cómo llegamos hasta aquí?

Es una pregunta que me he hecho tantas veces en las últimas horas que ya no espero encontrar una respuesta. Ver a mi único hermano así, vulnerable y roto; es como mirar el reflejo de un cristal hecho añicos, un recordatorio constante de la fragilidad de nuestras vidas. Una herida punzante que me recuerda de qué estamos hechos, del abismo en el que Andrei Russell nos hundió hasta los cimientos.

Después de la escena en mi despacho, Harrington tuvo que intervenir y luego de que me retirara en busca de Hoffman llamó a un médico que lo sedó para evitar que la situación se saliera aún más de control. Lo trajo hasta aquí mientras esperaba mi regreso de la empresa.

Mi hermano pequeño, tan perdido que no puede ni siquiera enfrentarse al peso de la realidad.

Doy un paso hacia él, ajustando la manta que cubre su cuerpo y dejando que mi mano se demore un segundo en su mejilla. La temperatura de su piel es cálida, pero su semblante es frío, casi distante. Como si el verdadero Lucas estuviera escondido en algún rincón de su mente, demasiado asustado para volver a la superficie. Me duele verlo así, me duele más de lo que jamás podría expresar en palabras.

Aprieto los labios ahuyentando las ganas de llorar que cierran mi garganta.

¿Cómo puedo protegerlo ahora?

Mis pensamientos son interrumpidos por un sonido suave detrás de mí. Me doy la vuelta para encontrarme con Christopher, que se apoya en el marco de la puerta. Sus ojos, llenos de preocupación, se encuentran con los míos, y me ofrece una pequeña sonrisa que resulta renconfortante.

—Chloe, ven conmigo —dice en voz baja, para no despertar a Lucas—. Vamos a la cocina, necesitamos hablar.

Asiento sin mediar palabra, porque no confío en mi voz para responder. Con un último vistazo a Lucas, sigo a Christopher por el pasillo, descendiendo las escaleras en silencio. Cada paso que doy parece resonar en la casa vacía, un eco de los pensamientos que me asaltan. Llegamos a la cocina, y él enciende el interruptor que baña la habitación en una luz suave, casi acogedora. Es un contraste cruel con el torbellino de emociones que llevo dentro.

Nos sentamos en la isla central. El mármol frío bajo mis dedos me recuerda la cena que tuvimos hace unas cuantas noches.

Mi mirada se fija en la silla frente a mí, la misma en la que Lucas se sentó aquella noche, su expresión seria y algo nerviosa. Cuando me confesó, con una mezcla de temor y felicidad, que comenzaba a amar a Alice. Recuerdo cómo su voz se llenó de calidez al hablar de ella, cómo sus ojos brillaron con una luz que pocas veces había visto en él. Fue en la silla continua donde Alice se sentó poco después, compartiendo su alegría conmigo, agradecida por haber encontrado en Lucas a alguien que la valoraba, que la cuidaba.

La pobre chica no tuvo una vida fácil. Su padre era un hombre cruel, abusivo, que la maltrataba sin piedad. Pero Lucas la sacó de ese infierno, la rescató con la determinación que solo alguien que ama de verdad puede tener. Lo que empezó como un acto de compasión, de querer ayudarla, terminó convirtiéndose en amor. Un amor profundo y sincero que los unió de una manera que pocos pueden comprender. Tenían tanto por delante, incluso perdí a mi sobrino o sobrina antes de siquiera enterarme de su existencia. El golpe de la realidad en la que me encuentro azota mi corazón con un ardor que amenaza con quemarme.

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