9. Doris y la promesa

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ALVARO

Me recorrí todas y cada una de las calles principales y adyacentes de Madrid, sin obtener resultado alguno. Mia no estaba por ninguna parte. Donde quiera que se hubiera metido, desde luego que no quería ser hallada. Por mucho que utilizaba mi cerebro para imaginar donde podría estar, no llegaba a ninguna conclusión coherente. Pare el coche en el borde de la acera y salí a tomar el aire.

Me sente en un banco a ver si por fuerza divina me venía la inspiración. Dios mio, donde se había metido esta mujer? No podía simplemente haber desaparecido de la faz de la tierra. Es que no tenía lógica.

Alex me había informado claramente que probablemente se hallaría en algún lugar, que estuvieralleno de gente, donde pasara desapercibida.

Desesperado como estaba, recordé lo poco que conocía de ella, su miedo a la soledad, su cabezonería, lo consentida que parecía ser y su peculiar manera de ver la vida y la felicidad. Bueno felicidad, ella no creía en la felicidad absoluta ya que según ella todo en esta vida era relativo.

Inunde mi mente con las memorias de ese día. Por un tiempo, volvimos a ser niños. Ahora que no la tenía junto a mi, daría lo que fuera por volver a caminar con ella, descalzo por el césped.

Un escarmiento atravesó todo mi cuerpo. Había un sitio donde no había buscado. La probabilidad de que estuviera allí era pequeña, pero existía. Sin dudar un segundo de mi mismo, corrí al coche y conduje hasta allí.

Mire toda la hierba que había en frente de mi. Había mucha gente, me tomo un tiempo analizarla. Nada, ni rastro de Mia . Decidí coger el mismo camino que recorrimos cuando fuimos juntos a ese parque. Entonces la encontré, recostada en el banco donde anteriormente, nosotros habíamos estado.

Me acerque a ella todo lo que pude, ya que verdaderamente quería comprobar su identidad. Tenía los ojos cerrados y el pelo menos liso que la noche anterior. Vestía el mismo vestido que recordaba y tenía el maquillaje de la cara corrido. Había llorado. Justo cuando fui a tocarla ella reacciono. Definitivamente, era Mia .

- Que quieres ? - Pregunto bruscamente, a la vez que se incorporaba en el banco. Usando las fuerzas que le quedaban para mantenerse erguida.

Por lo visto todavía seguía enfadada.

Le cante las cuarenta, estaba tan frustrado. Como podía haber pasado la noche en el banco del retiro en mitad de una ciudad como Madrid? Estaba loca? O es que verdaderamente no temía por su vida. Eso o no tenía la capacidad para razonar, por que las consecuencias de una mujer indefensa, así vestida, ebria en mitad de la noche, podían ser devastadoras.

- Alvaro en serio, no me encuentro bien. - Dijo creando una barrera con la palma de su mano contra el sol de mediodía.

- No me vengas con jilipolleces, llevo toda la noche preocupado por ti. - Exprese molesto por su reacción. - No podías si quiera haber avisado?

- No tengo tu numero - Contesto sin mas. Ni se altero, ni alzo su voz.

MIA

Veinte minutos me estuvo dando la chapa sobre lo irresponsable que había sido quedándome en un banco toda la noche. Dios, parecía mi padre. En serio, que mosca le había picado?. Había sido el, el que me había dado la opción de irme. En serio se pensaba que iba a acatar sus ordenes cual pava?, No bonito, esa no era yo, pensé en mis adentros, pero nunca lo dije.

Lo que no lograba entender del todo es por que se estaba tomando el tiempo de explicarme todo esto a mi ahora. Los exámenes eran pronto, no debería de estar concentrando sus energias en estudiar?

El reto de amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora