Ling estaba sentada en el porche, fumando como lo había estado haciendo la mayor parte del día. No podía pintar. No podía hacer nada. Había hecho un largo paseo por la mañana, tratando de sacar a Orm de sus pensamientos. No sirvió de nada. Ella había estado con ella todo el día y reconoció el deseo que aún mojaba sus regiones inferiores. Juró que no volvería a ver a Orm nuevamente. Al menos, no a solas.
Ayer por la noche, había estado tan cerca de perderse a sí misma en la suave boca de Orm. Había querido tocarla. Había querido tirarla sobre el suelo del bosque y hacer el amor con ella. Sólo los asustados ojos de Orm la detuvieron de tomar lo que quería. Y, por supuesto, Orm no había tenido ni idea de lo cerca que había estado.
Ling la deseaba con una pasión que incluso le sorprendía a ella. El cuerpo de Orm era suave, había estado rendido y dispuesto para ella. El cuerpo de Orm había rogado por sus caricias y probablemente ni siquiera ella misma lo sabía. Sólo la mirada en sus ojos había detenido a Ling. Y luego se había enojado. Enojado de que Orm tuviese miedo. Enojado por quererla. Enojado porque Orm había hecho que la deseara.
¿Ella es hetero o qué? Sí. Por supuesto que lo era. Sólo había sentido curiosidad. Experimentar, tal vez. El sexo no era grandioso con Jakarin, o así lo había insinuado. Tal vez sólo estaba tratando de averiguar cómo se sentía ser besada por una mujer. Bueno, Ling no quería nada de eso. Estaba malditamente demasiado vieja para meterse en ese tipo de juegos. No lo necesitaba. Tenía que trabajar. Saldría a dibujar, cada mañana y todas las noches, hasta que tuviese suficientes ideas para plasmarlas en el lienzo. Saldría de este infierno y regresaría a Bangkok. Donde estaría a salvo, agregó ella.
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La luna de Ling
RomansaOrm Sethratanapong no estaba preparada para el matrimonio, así que dejó atrás Bangkok y a Jakarin para vivir con su abuela en las montañas de Koh Samui, una isla ubicada en el golfo de Tailandia, con la esperanza de averiguar lo que le faltaba a su...