Capítulo IX

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Sus labios eran tiernos mientras los posaba sobre los de ella, atacándola en un beso necesitado

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Sus labios eran tiernos mientras los posaba sobre los de ella, atacándola en un beso necesitado. Ithilin acarició su rostro, su torso y sus brazos, mientras era arrastrada delicadamente al suelo de piedra. Sentía su corazón arder con la fogosidad que solo un alma mortal podía dar, pues solo quien conocía a la muerte podía amar con tanto fervor.

Bardo se alejó de ella unos instantes para observarla bajo su cuerpo. Sus ojos recorrieron su rostro redondo y pálido, y los orbes celestes de Ithilin no lo soltaron durante aquel análisis lleno de sentimiento. Bardo estiró su mano, acariciando su pómulo con temor. Se veía delicada y frágil a la luz de la Luna, etérea como una deidad. Se sintió, abruptamente, indigno de sus besos.

Ithilin ahuecó su rostro con ambas manos, percibiendo la tristeza repentina en su expresión.

— Es lo que deseo. —confesó en un susurro, elevándose su pecho en rápidas respiraciones— No hay nadie más a quien desee, Bardo.

Él contuvo el aliento al oír su nombre. Había sido pronunciado con un afecto desmesurado y, cuando murmuró el de ella sobre sus labios, el sentimiento fue genuinamente mutuo.

El amor había llegado a él de una forma extraña, tomando un sinuoso camino lleno de dudas y temores. La guerra no ayudaba a limpiar aquel amor, pero sin duda lo tornaba más verdadero a sus ojos. 

Ambos cedieron su cuerpo al otro, entregando sus inseguridades y, con ello, el corazón que ya por siempre iba a pertenecerles. Ahora la fragilidad de sus sentimientos pendía de las manos del contrario, rogando porque fueran tratados con delicadeza.


Ithilin sintió un picor en la nariz y, aunque la arrugó sucesivas veces, la molestia permaneció hasta despertarla. Lo primero que sus ojos encontraron fue el cuerpo de Bardo a su lado, con el enredo de sus brazos y piernas en el otro. Lo admiró con una boba sonrisa, si se estiraba unos centímetros, alcanzaría sus labios, otra vez. El pelo oscuro le caía en suaves ondulaciones sobre el rostro, su expresión calma le llenó el corazón ya de buena mañana.

Aranel.

Ithilin se sobresaltó en brazos de Bardo, pero para su alivio se mantuvo en su profundo sueño. Findrien, acuclillado ante ella, había sido el causante del despertar de la princesa. Separó los labios, irritada por la intromisión, molesta porque la interrumpieran en los brazos de quien poseía su corazón y cuerpo, pero se silenció al advertir una segunda figura.

MEDUI MELETH ⎯⎯ ʙᴀʀᴅᴏ/ꜰɪʟɪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora