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Nosé exvribie ok jajebbbja7

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Sunghoon nunca pensó que saldría con alguien hoy, y mucho menos con un cliente. No sabía la razón exacta de porque aceptó que el extraño rubio lo invitase a una cita. Bueno, el creía que era eso. Una cita. Despues de todo, cuando apenas le dijo que "si" a su cliente este se escapó corriendo del lugar luego de haber dejando dinero en su mesa, dejandolo totalmente solo y cómo un estúpido.

— ¡Bi-bien! vendré más tarde.— fué lo único qué dijo.

Durante lo que restaba del dia, Sunghoon pensó que todo había sido una broma, que el chico se había arrepentido en cuanto él aceptó, y que solo para no quedar mal, prometió regresar más tarde. Estaba convencido de que no lo vería de nuevo.

Pero no.

Ahí estaba, parado detras de la puerta del local con una gran sonrisa mientras se tambaleaba de un lado a otro. Esta vez llevaba puesto un par de jeans gastados con una camisa a cuadros un poco más ocuro que el color de su cabello, y claro, un gorro en su cabeza de color negro. Su apariencia era un poco descuidada, como si no encajara del todo. Así lo percibía Sunghoon.

Desde aquel primer dia en que aquel chico entró a su trabajo, pidió una taza de leche y sonrío, sé dió cuenta de lo anormal que se sentía. Se veia como alguien decente en personalidad, pero su manera de vestir... Sunghoon sintió un poco de lástima al ver sus fachadas y prendas sucias.

Sunghoon había notado que había algo extraño en él. A pesar de parecer amable y decente, su manera de vestir dejaba mucho que desear. No pudo evitar sentir un poco de lástima al ver su aspecto.

Aunque claro, de inmediato se reprochó sus pensamientos, él no es quién para opinar. Se sintió mal en el fondo.

¿Quién era él para juzgar a alguien por su apariencia? Ese pensamiento le incomodó.

— Yo cerraré, puedes irte. Alguien te espera.— le informó Danielle. No había comenzado a trabajar hace mucho, pero en lo que llevaba haciendolo y conociendo a su compañera de trabajo, esta lucía contenta, divertida. Casi como si la idea de que Sunghoon saliera con ese raro niño la divertiera. Bueno, creo que estaba en lo cierto.

Sin responderle ni saludarle, se encaminó hacia la salida del lugar. Se sentía un poco nervioso, avergonzado. No tenía idea de que podría pasar hoy con el rubio. Aún asi, se mostró serio.

— ¡Hoon! hola.— el rubio saludó apenas salió del local. se acercó a el a pequeños pasos rápidos con una gran sonrisa.

— hola.

— Pensé que podríamos ir al parque, hay una feria cerca, ¿te gustaría ir?— dijo sunoo, mirando a Sunghoon con una mezcla de entusiasmo y timidez. Sin esperar una respuesta continúo.— ¡Vayamos, te prometo que será divertido!

De alguna manera Sunghoon se encontró siguiendo al rubio hacia el parque. Mientras caminaban, Sunoo no paraba de hablar divagando sobre cualquier cosa que se le viniera a la mente. Sunghoon asentía de vez en cuando, perdido entre tantas cosas que dijo el chico. Nunca había conocido a alguien que hablara tanto como él y de alguna forma se le hacia divertido.

Al llegar al parque, la feria estaba llena de luces y música, con niños corriendo por todas partes y el aroma de algodón de azúcar en el aire. Sunoo miraba a su alrededor con ojos brillantes.

El gatito había estado esperando por venir aquí hace mucho tiempo, cada que caminaba por las calles se topaba con una gran tienda de aparatos tecnológicos. Entro ellos, en la vidriera del lugar había un televisor en donde Sunoo sentado en la verada del lado de afuera veía la gran pantalla. Siempre ponian la misma imagen, una gran feria llena de colores, personas y juegos.

— ¡Mira eso! — exclamó Sunoo, señalando un juego de puntería. — ¿Te gustaría intentarlo?-
— preguntó, sonrojándose un poco mientras giraba para mirarlo.

— Seguro. — respondió Sunghoon, sorprendido por lo entusiasta que se veía.

Los dos se acercaron al puesto, y Sunoo, en su torpeza habitual, casi tiró la bolsa que lleva cuando intentaba sacar el dinero para pagar. Se disculpó rápidamente con el encargado del juego.

Sunghoon intentó contener una pequeña sonrisa mientras veía a Sunoo fallar todos sus intentos en el juego de puntería. El rubio se veía tan determinado a ganar que sus errores lo hacían ver más adorable que frustrado. Finalmente, con un leve sonrojo en las mejillas, Sunoo dejó caer el último dardo y lo miró, avergonzado.

— Creo que no soy muy bueno en esto... —murmuró rascándose la nuca mientras soltaba una risita.

Sunghoon, sin decir nada, tomó un dardo y, con un solo lanzamiento, derribó tres objetivos de una vez. El encargado del juego les entregó un pequeño peluche de pingüino como premio, y Sunghoon, un poco incómodo, se lo extendió a Sunoo.

— Tómalo tú.

Los ojos de sunoo brillaron, su cola amenazaba con levantarse y moverse de la felicidad que sentía. ¡Quería maullar allí mismo y lanzarse sobre los brazos de su hermoso Hoonie!

— Gracias, Hoon...— susurró, desviando la mirada por la vergüenza.— Y gracias por venir conmigo hoy... no sabía si aceptarías, pero me alegra que lo hicieras.

Sunghoon lo miró, sintiendo una extraña calidez en su pecho. Asintió, sin saber muy bien qué decir, tal vez la torpeza y el entusiasmo del chico eran contagiosos, después de todo.

— No tenía otra cosa que hacer de todas formas.

Ambos se mantuvieron en silencio. El mayor recordó algo, algo que lo hizo sentír tonto. Estaba allí, en un parque, con un chico el cuál ni siquiera sabía cuál era su nombre.

— ¿Cómo es tu nombre?

— Oh, cierto.— rió.— mi nombre es...

Ladridos. Ladridos y un maldito olor asqueroso a perro mojado.

Eso fue lo que escuchó un segundo después de darse cuenta de que lo estaba por hacer. ¡Le iba a decir a Sunghoon su nombre! Abrió sus ojos, y su instinto felino, como si de una arma en su interior se tratase se encendió. Sus orejas (quién se mantenían aún bajo su gorro) se aplastaron en su cabeza y sintió su piel erizarse.

— ¡Sunghoon, cuidado! — gritó mientras lo tomaba del brazo y lo dirigía hacia atras suyo, en un intento de protegerlo. Protegerlo de esos malos perros.

— ¡¿Que te pasa?!

Una manada de tres perros corrían en el lugar, a nadie parecía molestarles eso, a nadie excepto Sunoo quien los detestaba con todo su alma. Los conocia, lo hacia muy bien; siempre lo molestaban y querían lastimar su colita. Todo estaba bien hasta lo jodieron ellos, y peor cuando olieron y notaron al híbrido.

Sunoo abrió sus ojos cuando los perros notaron su presencia. Aún estando en su forma de humano, continuaba con el mismo olor a gato. Un olor que al instante olfatearon y reconocieron.

Uno de ellos ladró y al instante los demás hicieron lo mismo. El terror inundó a Sunoo quién rápidamente comenzó a correr llevando a Sunghoon consigo. Tenía que protegerlo.

híbrido | 𝘀𝘂𝗻𝗴𝘀𝘂𝗻  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora