Labios de metal

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Vida Lovelace era una persona sencilla y extremadamente humana, la personificación del color rosa. Olía a malvavisco y fruta fresca. Era idéntica a Sky, pero con un aire de dulzura, cabello rubio hasta la cintura y ojos azules como el cielo al mediodía. Tenía apenas 19 años cuando la conocí, y una vida por delante. Desde que me habían dejado con ella esa tarde, me había sentido cómoda. Ella tampoco era como los demás; recordaba toda su vida, pero nunca había encajado, justo como yo. Aunque, siendo sinceros, no me imagino lo que se siente estar perdida toda tu vida.

Nos prepararon la cena: una extraña sopa francesa con filetes frescos. No puedo negar que la comida en este lugar es impresionante, y se siente como un abrazo al corazón. Presiento que en mi vida pasada amaba comer. Vida me mira desde el otro lado del comedor mientras toma un sorbo de limonada. Es alegre, todo lo contrario a su hermano.

—¿Instituto, eh? —digo mientras picoteo mi plato de comida—. ¿Qué hacen aquí?

Vida baja su vaso de bebida y, como si estuviera un poco fastidiada del tema, me responde:

—Entrenan a los semidemonios —dice con sencillez mientras hace a un lado su plato, sin terminar ni la mitad—

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—Entrenan a los semidemonios —dice con sencillez mientras hace a un lado su plato, sin terminar ni la mitad—. A gente que ha nacido con dones especiales, como mis hermanos, como Klaus o Vittoria.

"Vittoria... ¿se conocen?" Me da curiosidad. No quiero parecer chismosa, pero estoy en un punto donde toda la información es valiosa. Vida me da la impresión de que es de esas personas que leen a todos con la mirada. Sin decir mucho más, simplemente agrega:

—Ellos nacieron... —busca las palabras— bendecidos. Todos tienen una habilidad impresionante. Por si no lo has notado, yo, por otro lado, nací cien por ciento humana.

Hay algo semejante a la tristeza en su voz. No logro descifrarlo, pero sabe a melancolía con resignación.

—Entiendo —digo mientras me meto otro trozo de filete a la boca—. ¿Y Sky?

—Sky controla el aire —dijo mientras sonreía; parecían ser dos seres humanos sumamente unidos—. Es dueño y señor de los huracanes y tornados.

Así que él controla el aire. No sé por qué me parecía algo predecible; él mismo es un tornado, y yo, un bosque despoblado a la deriva de desastres naturales.

—Tengo otro hermano —sonríe Vida—. Se llama Percy. Pronto lo conocerás. Él controla el agua.

Me pregunto qué habilidad mágica habría tenido yo en el pasado. Si me hubieran preguntado, me habría gustado controlar el fuego o algo tan vital como el aire. Es curioso: cuánto mal hice y con qué habilidad. Las posibilidades nadan en mi mente.

—¿Y yo? —los pensamientos salen de mi boca, y Vida pone sus transparentes ojos en estado de asombro.

—Tú has sido un desastre —dice una nueva voz, más madura y femenina, como un piano bien afinado.

OlvidadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora