05

27 6 0
                                    

Tal vez soy egoísta por desear más de lo que me corresponde, por querer ocupar un lugar más grande en la vida de Minho, aunque sé perfectamente cuál es mi papel. Soy el otro, la sombra que se esconde en la oscuridad mientras él vive su vida a plena luz del día con él. Pero, ¿es realmente egoísta desear aunque sea una pizca de amor verdadero? Un amor que no esté condicionado por las circunstancias, que no esté relegado a encuentros furtivos y promesas vacías.

Estos pensamientos me rondaban la mente mientras caminaba hacia la oficina de Minho. Había decidido llevarle el almuerzo, una pequeña excusa para verlo fuera de los muros de mi apartamento, para intentar hablar con él, para buscar alguna señal de que tal vez, solo tal vez, mi amor no era completamente en vano. Había preparado su comida favorita, con la esperanza de que ese pequeño gesto pudiera mostrarle cuánto me importaba, cuánto deseaba ser algo más que un simple escape para él.

Al llegar a la oficina, mi corazón latía con fuerza. Intentaba calmarme, decirme a mí mismo que esto era normal, que las parejas se visitaban en el trabajo todo el tiempo. Pero la verdad era que yo no era su pareja. Era el otro. Con cada paso que daba, sentía el peso de la realidad aplastándome un poco más.

Al entrar en el edificio, los ojos curiosos de los empleados se posaron en mí. No era un desconocido aquí; me habían visto antes, siempre entrando y saliendo con prisa, siempre con la mirada baja, evitando cualquier contacto visual. Pero esa vez era diferente. Quería que me viera, que me reconociera más allá de la sombra que siempre había sido.

Cuando llegué a la puerta de su oficina, me detuve un momento, respirando hondo para calmar mis nervios. Tocando suavemente, empujé la puerta y entré, con la bandeja de comida en las manos y una pequeña sonrisa en los labios. Pero lo que encontré al otro lado me dejó helada.

Minho estaba allí, con su esposo, en un momento íntimo que no debería haber presenciado. Estaban de pie, uno frente al otro, sus rostros tan cerca que sus respiraciones se mezclaban en el aire. Su esposo, hermoso y radiante como siempre, tenía una mano en su pecho y la otra acariciando suavemente su mejilla. El ambiente en la oficina era cálido, cargado de una intimidad que me hacía sentir como un intruso, un espía en su propio territorio.

Mis ojos se encontraron con los de su esposo, y en ese instante, sentí que el suelo se desmoronaba bajo mis pies. Él me miró con una mezcla de curiosidad y sospecha, como si intentara descifrar quién era este desconocido que había interrumpido su momento. Mi sonrisa se desvaneció lentamente, sustituida por una expresión de sorpresa y, tal vez, de dolor.

ㅡ ¿Quién es él? ㅡPreguntó su esposo, su voz suave pero firme, sin apartar la mirada de mí.

Minho, que hasta ese momento no había notado mi presencia, giró la cabeza hacia mí. Su rostro pasó por una serie de emociones: sorpresa, incomodidad, y luego una especie de resignación. Vi cómo sus labios se movían, formando palabras que no quería escuchar.

ㅡ Es solo un chico que siempre me trae el almuerzo y, de vez en cuando, me ayuda con los informes.

Solo un chico. Las palabras resonaron en mi mente, golpeando con fuerza. Solo un chico que le trae el almuerzo. Solo alguien que existía en su vida en los márgenes, en los momentos de crisis, en los momentos en los que necesitaba escapar de la realidad. Sentí que mis manos temblaban ligeramente, pero me obligué a mantener la bandeja firme, a mantener mi sonrisa, aunque fuera forzada, aunque se sintiera como una máscara que ocultaba el dolor que me consumía por dentro.

ㅡ Así es ㅡAsentí, forzando una sonrisa que no llegó a mis ojos.

ㅡ Solo vine a dejarle el almuerzo. No quería interrumpir.

Su esposo me miró por un momento más, como si intentara descubrir algo oculto en mis palabras, pero finalmente asintió, aceptando la explicación. Me acerqué a la mesa y dejé la bandeja con cuidado, sintiendo el peso del silencio en la habitación. Quería decir algo más, cualquier cosa que pudiera aliviar la tensión, pero las palabras se me quedaron atoradas en la garganta.

ㅡ Gracias por el almuerzo ㅡDijo Minho, su voz tensa, sus ojos evitando los míos.

ㅡ De nada ㅡRespondí, intentando que mi voz sonara despreocupada, como si esto fuera lo más normal del mundo. Como si no estuviera a punto de romperme por dentro.

Me giré para salir, cada paso hacia la puerta un esfuerzo monumental. Quería correr, quería desaparecer, pero sabía que no podía mostrar debilidad, no podía dejar que ellos, que él, viera cuánto me dolía esta situación. Cuando finalmente crucé la puerta, cerré los ojos y respiré hondo, intentando calmar el torbellino de emociones que se agitaba en mi interior.

El camino de vuelta a casa fue un borrón. No podía dejar de pensar en lo que había visto, en las palabras que había escuchado. Solo un chico. Solo alguien que no importaba, alguien prescindible. Pero aunque sabía que eso era lo que era para él, no podía evitar desear algo más, desear un amor que nunca sería mío.

Cuando llegué a mi apartamento, me dejé caer en el sofá, la bandeja de almuerzo vacía aún en mis manos. Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas, y esta vez no hice ningún esfuerzo por detenerlas. Sabía que estaba atrapado en una situación imposible, pero también sabía que, por más doloroso que fuera, no podía dejar de amarlo. Estaba condenado a vivir en las sombras, a ser el otro hombre, y aunque eso me destrozara, no podía imaginar mi vida de otra manera.

愛━  𝐓𝐇𝐄 𝐎𝐓𝐇𝐄𝐑 𝐌𝐀𝐍 - 𝐌𝐢𝐧𝐬𝐮𝐧𝐠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora