Capítulo 03: Recuerdos vivos

43 7 20
                                    

Una noche más, Rune se encontraba solo, tumbado sobre la cama sin otra luz más que la de la luna

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Una noche más, Rune se encontraba solo, tumbado sobre la cama sin otra luz más que la de la luna. Con el dibujo de la niña de la tienda aún sobre la mesilla de noche, vio la pluma y el bote de tinta, acompañado de su vieja libreta negra, ninguno de los dos muy lejos de su cama.

Habían pasado semanas desde que no estaba con él, pero de alguna forma cada noche aún esperaba oír sus resoplidos fuera de la caravana, tumbado sobre el césped frío en su forma de dragón mientras dormía y, en cierto modo, le cuidaba.

Desde su muerte, había escrito algunas cartas a Ossian. Sabía perfectamente que era una tontería, que él estaba muerto y que era imposible que algún día llegara a leerlas (la máxima persona que podía hacerlo era su madre, que sin duda se reiría), pero sentía que era lo menos que podía hacer por él. Si Nuestra Señora Arabella alguna vez se fijaba en él, en su pobre heredero...

Casi sin darse cuenta, se irguió y se sentó sobre el colchón. Luego se puso en pie lo justo para llegar a estirar el brazo y agarrar el bote de tinta y uno de los papeles. Regresó a la cama y encendió una de las velas de su mesilla de noche. Se quedó unos segundos en blanco, preguntándose qué escribir, aunque unos instantes más tarde encontró la respuesta: lo de siempre.

Siempre escribía lo mismo. Había veces que le contaba en las cartas cosas que le habían pasado recientemente, aunque fuese para desahogarse. En otras ocasiones, utilizaba esas cartas a modo de diario, para expresarse cuando estaba de bajón o enfadado. Sabía que, en el caso de que Ossian las hubiera leído le hubiera consolado, así que le servía para animarse.

Rebuscó en el interior de su mente algo que pudiera contarle. Ossian siempre había apreciado los pequeños detalles, siempre escuchaba lo que decía por insignificante que fuera: eso era lo que le hacía la mejor persona que pudiera haber conocido.

Ossian sabía que iba a acudir a la Academia. Estaba con él cuando su madre se lo había anunciado, y otra vez lo estaba cuando les había llegado la carta de admisión hacía meses. Por aquel momento, el muchacho estaba mucho más emocionado por la experiencia que el propio Rune; sin embargo, saber que iba a vivir todo aquello junto a él le calmaba y ahogaba sus miedos. Ahora que ya no estaba con él, ahora que se encontraba de frente al peligro, esos miedos ya no podían seguir mucho más tiempo ocultos y volvían a salir a la luz: ¿Cómo iba a hacer todo aquello él solo? ¿Sin dragón? ¿Le expulsarían de la Academia en cuanto apareciera por Puerto Dorado sin montura? ¿Estaría ya el equipo directivo y los profesores al tanto de su condición? ¿Habría escrito Morana alguna carta para comunicarlo? ¿Tendría realmente Nuestra Señora Arabella un plan, tal y como el señor Nessme había dicho?

Tenía demasiadas preguntas, pero las dejó a un lado y se limitó a contarle las novedades, a plasmarlas sobre el papel: la carta que le había llegado recientemente, el paquete (que aún no había abierto porque estaba demasiado cansado), la extraña niña de la tienda cuya hermana probablemente se encontraría al otro lado del mar, la partida misteriosa de su madre.

De Honor y MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora