Capítulo 05: Puerto Dorado

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Los días pasaron más rápido de lo que a Rune le habría gustado y pronto se dio de frente con la víspera del Día de las Brujas

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Los días pasaron más rápido de lo que a Rune le habría gustado y pronto se dio de frente con la víspera del Día de las Brujas.

Su madre estaba ya durmiendo y toda la caravana estaba en silencio; no obstante, Rune no era capaz de cerrar los ojos durante más de medio minuto. Cada vez que pensaba en el viaje que le esperaba mañana el corazón se le aceleraba y se preguntaba cómo volaría hasta Puerto Dorado y desde ahí hasta cruzar el mar.

Era plenamente consciente de que quizás esa fuese la última noche que pasara en la caravana, con su madre, allí. Tal vez estaba siendo muy exagerado, pero después de lo que le había contado Rick Oston, ¿quién sabía si terminaría el curso con vida? Tal vez muriera pisado por un dragón, aplastado por otro o envenenado con hierbas en herbología antes de que pudiera pararse a pensar.

Sin duda, su cerebro no le estaba ayudando en absoluto en aquella situación.

Había hecho y revisado cientos de veces su equipaje, repasando mentalmente todas las cosas que necesitaba. Y, por muy paranoico que estuviera, daba la casualidad de que cada vez que volvía a revisarlo, las cosas continuaban en su sitio, tal y como las había dejado en su momento.

En cierto momento de la noche, cayó por fin dormido sin casi darse cuenta, y cuando se despertó por la mañana lo consideró casi un milagro.

Su madre ya estaba despierta, pero no estaba dentro de la caravana. En su lugar, estaba fuera hablando con su dragona de algo que Rune no escuchaba pero que tampoco le daba ninguna buena sensación. Se asomó por la ventana tintada de varios colores y se percató de que el día parecía diferente, más oscuro. El cielo estaba nublado, pero iba más allá del tiempo atmosférico: se sentía un aire frío incluso desde dentro de la caravana, era como si la magia de todos los brujos de la región se hubiera conectado, creando una red de energía de lo más extraña.

Bueno, era el Día de las Brujas, si había un día para hacer magia y convocar aquelarres era hoy.

Por la ventana, Rune vio que todavía era de noche y no había amanecido, lo que significaba que tendría el tiempo justo para llegar a Puerto Dorado a tiempo. Según le habían indicado en la carta de hacía lo que parecía ser una eternidad, debía presentarse allí al amanecer, cuando partirían hacia la Isla Ocaso.

Se vistió a toda prisa y se apresuró a abrir la puerta de la caravana, el aire aún más frío de la noche golpeándole la cara. Se sentía somnoliento en parte (nunca se despertaba tan pronto) pero por otro lado, tenía la sensación de que estaba más despierto que nunca, como si la noche anterior realmente no hubiera dormido y solo hubiera cerrado los ojos durante un rato largo.

Morana se giró hacia él y ni siquiera le saludó cuando habló con su voz seria.

—No tardes en irte. —Rune le miró y, antes de que pudiera decir nada, Morana respondió a la duda de su cabeza, como si la llevara escrita en la frente—. Te prestaré a Lennan en el viaje a Puerto Dorado, pero nada más.

De Honor y MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora