Violeta no era especial amante de la Navidad. Lo cierto era que de pequeña tenía la ilusión típica de los niños, la familia estaba reunida, las comidas y las cenas eran divertidas, le encantaba ir a ver las luces y comer churros con chocolate con sus padres y había montañas enormes de regalos debajo del árbol. De mayor, empezó a faltar gente alrededor de la mesa y ya no era lo mismo, la ilusión se fue apagando poco a poco y casi eran días iguales al resto.
Chiara era todo lo contrario. Mantenía la misma ilusión por la Navidad desde que era pequeña. Era amante de esa época del año y se volvía loca en cuanto llegaba noviembre comprando adornos, pensando en los regalos y las celebraciones con su familia. La Navidad era una fiesta sagrada en su casa, su madre era británica y su padre, español por lo que en su casa se hacía una mezcla de tradiciones que vivían con gran ilusión desde siempre tanto ella como sus dos hermanos pequeños.
Las casualidades de la vida hicieron que estas dos personas acabaran viviendo en Madrid por motivos laborales, que se conocieran en una pequeña fiesta en casa de unos amigos que tenían en común, que se enamoraran, que se hicieran pareja y que, además, ni siquiera había pasado un año cuando habían tomado ya la decisión de vivir juntas. Vamos que la relación iba muy pero que muy en serio. Eran tan polos opuestos que se habían atraído de la manera más fuerte posible.
Para cuando había llegado la época navideña, justamente habían cumplido su primer año de relación, que estaba más que consolidada. Lo de vivir juntas había hecho ya que pasaran al siguiente nivel. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que, en cuanto a la Navidad, también eran todo lo contrario. Mientras que Violeta apenas la soportaba, Chiara no había minuto del día en que no pensara en ella y en decoración, comida, regalos, familia y todo lo que implicaba la Navidad.
La de Menorca empezó a decorar la casa desde mediados de noviembre. Era la primera vez que tenía libertad para decorar a su gusto y se estaba emocionando demasiado. Había comprado un árbol enorme, todo tipo de bolas de muchos colores, adornos para todos los rincones de su pequeño piso y luces, muchas pero que muchas luces para poner tanto en su balconcito como dentro de la casa. A Violeta le hacía gracia que pusiera tanto empeño en decorar el apartamento siendo tan pequeño, no imaginaba cómo sería si vivieran en una casa más grande pero a la vez también le molestaba visualmente ver tanta decoración y a veces cuando veía que Chiara se había pasado de rosca decorando, su cara lo decía todo y su novia lo notaba.
- ¿Qué? ¿Te gusta cómo estoy dejando nuestra casa?
- Sí, claro. - Rio Violeta.
- Lo detestas, me estás odiando con toda tu alma.
- No lo detesto, ni te odio pero sabes ya que la Navidad no me vuelve loca.
- De verdad, Violeta, no entiendo como no pueden gustarte las luces y los adornos y los árboles de Navidad.
- Me encanta que te guste a ti y gracias por motivarme con la Navidad, hacía tiempo que no sentía un mínimo de ilusión pero yo prefiero quedarme aquí cuidando de las casas de los demás cuando vuelven a casa por Navidad y hacer como que son días normales.
Chiara se quedó un momento en silencio aunque una idea le vino pronto a la mente.
- Mira, ven.
Cogió de la mano a su novia y pilló sus llaves de la entrada, cerró la puerta del apartamento tras ellas y subieron las escaleras a toda prisa para llegar a la azotea del edificio. Vivían cerca del centro por lo que podían verse allí las calles iluminadas y se escuchaba un gran ambiente. Violeta se estremeció haciéndoselo notar a la morena ya que aún seguían de la mano.
- ¿Qué te parece esto? - Preguntó Chiara victoriosa después de la reacción de su novia.
- ¡Madre mía! Nunca lo había visto. Es precioso.
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One shots - Kivi
FanfictionPequeñas historias de Chiara y Violeta, concursantes de OT2023.