el amanecer de los condenados

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El silencio era engañoso en la gran mansión que servía como cuartel general. La opulencia de las cortinas de terciopelo y los muebles antiguos contrastaba con la oscuridad que rodeaba a los hombres reunidos en la sala principal. Las sombras danzaban en las esquinas, iluminadas solo por las intermitentes luces rojas y verdes que se filtraban desde la calle. El ambiente estaba cargado de tensión, una energía cruda que solo aquellos acostumbrados a la violencia podían soportar.

Katsuki se encontraba en una esquina, observando todo con ojos agudos y desconfiados. Vestido con una chaqueta de cuero negro que colgaba descuidadamente de un hombro, parecía un lobo solitario, listo para saltar sobre su presa en cualquier momento. Pero su atención estaba centrada en una figura al otro lado de la sala: Izuku Midoriya.

Izuku, el líder de una de las facciones más poderosas del clan, estaba de pie con una mezcla de autoridad y calma. Sus ojos verdes brillaban con una intensidad que pocos podían soportar. Para la mayoría de los presentes, Izuku era un líder implacable, un estratega astuto que siempre tenía un plan bajo la manga. Pero para Katsuki, Izuku era mucho más que eso.

Cada vez que Katsuki lo veía, una oleada de emociones contradictorias lo inundaba. Había amor, sí, pero también había miedo. Miedo de perderlo, de que este mundo los destruyera a ambos antes de que pudieran encontrar una salida. Ese miedo era lo que mantenía a Katsuki alerta, lo que lo impulsaba a ser más fuerte, más rápido, más letal. Porque sabía que no podía permitirse fallar.

La reunión transcurría con una tensión palpable, como un hilo a punto de romperse. Los hombres discutían planes, estrategias, pero Katsuki apenas escuchaba. Sus ojos permanecían fijos en Izuku, buscando algún indicio de la ansiedad que sabía que su esposo escondía detrás de esa fachada impenetrable.

—¿Qué dices, Bakugo? —La voz de Izuku resonó en la sala, firme y clara, atrayendo la atención de todos.

Katsuki levantó la cabeza lentamente, sus ojos rojos encontrándose con los verdes de Izuku. En esa mirada, había una conversación silenciosa, una que nadie más podría entender. Izuku estaba pidiendo su opinión, pero también estaba asegurándose de que Katsuki estaba bien, de que seguía siendo el mismo hombre en el que siempre había confiado.

—Digo que la información está incompleta —respondió Katsuki con voz grave, cruzando los brazos sobre el pecho—. Si vamos a movernos contra los Yakuzas, necesitamos más que rumores.

Izuku asintió, sus ojos mostrando una leve apreciación. Sabía que Katsuki nunca se lanzaba a ciegas, incluso cuando parecía impulsivo. Era esa combinación de cautela y ferocidad lo que lo hacía tan peligroso y, al mismo tiempo, tan irresistible.

—Bien. Haz lo que consideres necesario —dijo Izuku, volviendo su atención a los demás hombres—. Pero no quiero errores.

La reunión continuó, pero para Katsuki, el verdadero desafío estaba aún por llegar. La tensión entre ellos era algo que nadie más podía ver, pero estaba allí, como una corriente eléctrica que conectaba sus corazones. Actuaban como rivales en público, pero en privado, su relación era mucho más profunda, mucho más intensa.

Oneshot's BakuDekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora