divorcio

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—Odio las bodas —murmuró Katsuki Bakugo, al tiempo que hundía los dedos en el vaso de whisky que tenía en la mano.

La música vibraba en sus oídos, y el murmullo de conversaciones a su alrededor creaba una burbuja de ruido que le hacía desear estar en cualquier otro lugar, pero ahí estaba. Lo habían arrastrado, casi a la fuerza, a una boda más. La pareja era irrelevante, apenas les conocía. Los amigos en común insistieron en que era “buena compañía” y que necesitaban su presencia para hacer del evento algo memorable. Sin embargo, Bakugo se encontraba en una esquina, apartado, observando cómo todos reían y compartían ese ambiente festivo. Todos menos él.

Habían pasado meses desde que su propio matrimonio se desmoronó. No es que lo hubiese visto venir exactamente, pero sabía que no iba a durar. Ser el “Número Uno” no dejaba mucho espacio para el romance, y ella, bueno... ella tampoco lo entendía.

—¿Qué haces aquí escondido?

La voz le sorprendió. Se giró un poco, el vaso aún en su mano, y encontró la figura de una mujer que conocía demasiado bien. Izuku Midoriya, en su versión más delicada, más suave, pero al mismo tiempo cargada de una energía que él sabía que podía volverse destructiva si se lo proponía.

Llevaba un vestido verde oscuro, largo, elegante, pero sin pretensiones. El cabello lo tenía recogido de una manera despreocupada, algunos mechones sueltos alrededor de su rostro. Sus ojos brillaban con curiosidad, una mezcla de diversión y preocupación.

—Tch —Bakugo frunció el ceño—. No estoy escondido. Sólo no me gustan estas cosas.

Izuku sonrió de lado, esa sonrisa que él recordaba tan bien de su época de estudiantes, pero que ahora venía acompañada de una madurez nueva. La Izuku de la que había estado apartado por años, hasta que ambos se reencontraron cuando sus respectivas relaciones se rompieron.

—A mí tampoco —admitió ella, acercándose un poco más—. Pero hay pastel gratis.

Él soltó una risa seca y giró el vaso en su mano, haciendo que el hielo tintineara.

—Dime algo que no sepa, nerd.

Izuku se rió suavemente.

—Al menos no es nuestra boda, ¿no?

Bakugo alzó una ceja, dándole una mirada ladeada. Era una broma, claro, pero esa idea —casarse, otra vez— era tan absurda para él en ese momento que no pudo evitar sentir un ligero escalofrío.

—Como si me fuera a casar de nuevo —masculló, mirando a otro lado.

—Yo tampoco lo haría —respondió ella, pero en su tono había una sinceridad que hizo que Bakugo la mirara de nuevo. Sus ojos verdes, aunque siempre dulces, ahora estaban teñidos de una sombra que él reconocía muy bien: el cansancio de un corazón roto.

Bakugo chasqueó la lengua, incómodo. Nunca había sido bueno para este tipo de conversaciones sentimentales. Sin embargo, algo en ella lo hizo querer decir algo, aunque fuese solo para aliviar la tensión.

—¿Te arrepientes?

Izuku parpadeó, sorprendida por la pregunta directa. Bajó la mirada, pensando durante unos segundos antes de responder.

—No exactamente... —Su voz era suave—. Creo que fue lo correcto. Al final, no éramos felices. Yo traté, de verdad, pero... ambos sabíamos que no estábamos en el mismo lugar.

Bakugo asintió. Entendía esa sensación. Él también había intentado, se había forzado a creer que su matrimonio funcionaría si solo lo intentaba lo suficiente. Pero la realidad era otra. No se puede forzar algo que está destinado a romperse.

Oneshot's BakuDekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora