sombras del alba.

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La luna llena reinaba en el cielo nocturno, su luz bañaba las tierras lejanas con un resplandor plateado que acariciaba cada rincón del bosque. Las hojas susurraban bajo la caricia del viento, mientras los árboles milenarios observaban en un silencio reverente. En ese momento, la noche no pertenecía a las criaturas del día, sino a los seres antiguos, aquellos que portaban la esencia de la luna y del fuego en su ser.

Izuku se encontraba sentado en la cima de una colina, observando el reflejo pálido de la luna sobre la superficie de un lago sereno. Su piel, cubierta de tatuajes intrincados que brillaban suavemente bajo la luz lunar, le recordaba el tiempo que le quedaba en esta vida. Cada tatuaje representaba un ciclo, una vida vivida, y cada uno marcaba un paso más hacia su inevitable fin. No le temía a la muerte, pues sabía que renacería, como había hecho tantas veces antes. Sin embargo, cada vida nueva lo acercaba más a un dolor que le era familiar, un dolor que nunca desaparecía, aunque su memoria se desvaneciera por completo.

Los hijos de la luna eran guardianes de la vida, seres destinados a guiar a los perdidos y proteger a aquellos que aún no habían encontrado su camino. Su existencia estaba intrínsecamente ligada a la luna, cuya luz les otorgaba poder y les recordaba su misión. Pero cada vez que la luna completaba un ciclo, uno de ellos debía sacrificarse, muriendo para renacer de nuevo, sin recuerdos de su vida pasada, pero con el mismo corazón que alguna vez había latido por amor, por miedo, por esperanza.

Izuku exhaló suavemente, cerrando los ojos mientras el viento acariciaba su cabello verde. En su interior, sentía el peso de los años, aunque su apariencia era la de un joven en la flor de la vida. El dolor que lo embargaba esta noche era diferente, más profundo. Sabía que el final de este ciclo se acercaba y con él, la despedida de alguien a quien aún no podía recordar completamente, pero cuya presencia lo hacía temblar.

—¿Acaso tú también sientes la tristeza de la luna esta noche, Deku?

La voz profunda y grave resonó a su espalda, interrumpiendo el silencio sagrado de la noche. Izuku giró lentamente, y su mirada se encontró con unos ojos rojos como el fuego, que lo miraban con una mezcla de ternura y algo más, algo que hacía que su corazón latiera con fuerza.

—Kacchan… —El nombre salió de sus labios sin pensarlo, como un susurro íntimo, tan natural como respirar. A pesar de los años y las vidas que había vivido, ese nombre nunca cambiaba, siempre quedaba en algún rincón profundo de su ser.

Katsuki Bakugo se encontraba allí, de pie, con sus alas extendidas y su cuerpo imponente envuelto en escamas doradas que brillaban con la misma intensidad que la luna. Los dragones eran seres inmortales, guardianes del mundo, encargados de preservar el equilibrio entre la vida y la muerte. Bakugo era uno de los más poderosos de su especie, temido y respetado por todos, pero en presencia de Izuku, su arrogancia y ferocidad se desvanecían, dejando al descubierto un alma que solo él conocía.

Oneshot's BakuDekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora