moto

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La última clase del día había terminado, y como siempre, los estudiantes se desparramaban lentamente en los pasillos, entre risas y conversaciones despreocupadas. Pero algunos miraban hacia la ventana del salón de clases, atentos a lo que se había convertido casi en un ritual diario. Un motor rugía en la distancia, y los ojos de más de uno se iluminaron en el instante en que la figura de Izuku se asomaba tímidamente a la puerta, con una mezcla de anticipación y una emoción tan fuerte que era palpable incluso desde donde sus estudiantes lo observaban.

El ruido de una motocicleta se acercaba, y los más cercanos a la ventana podían verla antes que nadie: un imponente vehículo negro que, como todos los días, se detenía justo frente a la entrada de la escuela. El hombre a bordo —musculoso, de hombros anchos y postura dominante— bajaba un pie al suelo, calmando el rugido de la máquina. Con un movimiento casual, aunque decidido, indicaba a Izuku que se acercara. Y él, siempre tan sonriente y alegre, parecía transformarse en algo diferente, algo más profundo y cálido.

—¡Sensei! —susurró uno de los estudiantes, apenas atreviéndose a llamar su atención. Izuku se giró hacia ellos, algo sonrojado, pero sin perder la sonrisa.

—Nos vemos mañana —respondió, haciendo un gesto leve, casi de disculpa, y caminó rápidamente hacia la salida.

Algunos intercambiaron miradas, curiosos. Ese hombre misterioso lo esperaba siempre a la misma hora. ¿Quién sería? Nadie se atrevía a preguntar, pero todos notaban la suavidad en la expresión de Izuku, el leve rubor en sus mejillas y la forma en que sus ojos brillaban con un toque especial cuando se acercaba al hombre de la motocicleta.

Izuku llegó a la entrada con pasos ligeros, casi nerviosos, y allí estaba él, con su casco oscuro que ocultaba sus rasgos. Sin decir nada, el motociclista extendió una mano enguantada, recibiendo a Izuku como si lo esperara desde hacía horas. Izuku tomó su mano, y en un instante breve y cargado de intimidad, el hombre tiró suavemente de él, acercándolo más de lo necesario. Los estudiantes, todavía observando desde el pasillo, vieron cómo Izuku se sonrojaba profundamente.

—¿Te fue bien hoy? —preguntó la voz del hombre, apenas audible entre los cascos y el ruido de fondo. La voz era grave, envolvente, como el eco de una tormenta en la distancia.

—Sí... ¡Sí! Hoy los estudiantes estuvieron atentos y muy participativos. —Izuku respondió rápidamente, y aunque intentaba sonar tranquilo, era claro que la cercanía lo ponía nervioso. Una risa suave salió de su boca y, sin poder evitarlo, bajó la mirada. Sus dedos jugueteaban con la orilla de la chaqueta del motociclista.

—Hmmm, eso está bien. —La voz se deslizó como un murmullo grave mientras el hombre alzaba una mano hasta la cintura de Izuku y, con un toque que a nadie más se le ocurriría en público, le dio una suave nalgada que lo hizo dar un ligero brinco de sorpresa. El rubor en el rostro de Izuku se profundizó, y, con una risita baja, se llevó las manos a la cara para ocultar su sonrojo.

—¡K-Kacchan! —susurró, sin poder evitar una sonrisa en los labios.

Los estudiantes no alcanzaban a escuchar sus palabras, pero sus ojos reflejaban su sorpresa. Ese hombre lograba que su sensei, siempre tan seguro y positivo, pareciera un niño completamente enamorado. La complicidad que compartían era evidente y un tanto desbordante. Con una última mirada afectuosa, el hombre le pasó su casco a Izuku y le ayudó a colocárselo. Izuku lo recibió casi con veneración, y sus dedos recorrieron el contorno de la visera antes de ponerse el casco y dejar que el hombre lo subiera a la moto.

Pronto, el rugido del motor volvió a llenarse de vida, y ambos desaparecieron en la calle, dejando a los estudiantes entre risas y murmullos curiosos.

—¿Será su novio? —preguntó uno de los chicos, incrédulo, mientras otro asentía.

Oneshot's BakuDekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora