trillizos

76 11 1
                                    

El sonido de las explosiones en la distancia retumbaba en las ventanas del apartamento, sacudiendo las paredes como un eco lejano de la batalla que rugía fuera. Bakugo no estaba allí, pero Izuku podía sentirlo. Siempre lo hacía. Desde la primera vez que lo vio, había una conexión que trascendía las palabras y las acciones. Ahora, esa conexión, ese lazo, estaba estirándose, tensándose con cada minuto que pasaba.

Izuku acarició su vientre hinchado, tres pequeñas vidas latiendo bajo sus dedos. "Pronto", susurró, más para sí mismo que para ellos. Era difícil, sí, llevar tres bebés no era como él lo había imaginado, ni siquiera en sus pesadillas más extremas. El dolor se había vuelto parte de su día a día, pero no era algo que pudiera decir en voz alta. No quería preocupar a Katsuki más de lo necesario, especialmente ahora que la ciudad estaba siendo atacada de nuevo. Las cosas siempre parecían empeorar cuando estaban a punto de mejorar.

El cuerpo de un omega no estaba hecho para este tipo de carga, o al menos eso le había dicho su médico. La ciencia de la biología alfa y omega era algo que a veces se perdía en los héroes. No había nada heroico en la ciencia de la procreación, ni en el dolor que venía con ella. Pero Izuku lo soportaba, por ellos. Por Katsuki, por los pequeños que aún no había conocido, pero que ya amaba con todo su ser.

El dolor de las contracciones había comenzado de manera sutil hacía días, casi como si su cuerpo estuviera preparándose. Pero ahora, mientras las explosiones resonaban como un monstruo hambriento afuera, el dolor estaba devorándolo desde adentro. Se aferró al borde del sofá, su cuerpo encorvado, tratando de respirar de la manera que le habían enseñado, pero fallando miserablemente.

"Por favor, que esto no sea ya", pensó con desesperación mientras el sudor cubría su frente. Su respiración era errática, el aire apenas llenaba sus pulmones lo suficiente como para mantenerlo consciente. Cada contracción era más fuerte que la anterior, su vientre endureciéndose como si el propio mundo se rebelara en su interior. Y, sin embargo, no había manera de detenerlo. Los bebés estaban listos para nacer, pero la ciudad no estaba lista para ellos.

Horas antes Katsuki se había ido con una sonrisa torcida, su típica mezcla de arrogancia y preocupación en los ojos. "Vuelvo antes de que te des cuenta, nerd", había dicho mientras ajustaba su traje de héroe. Izuku había asentido, sonriendo débilmente, aunque su corazón ya estaba lleno de ansiedad. Sabía que algo iba mal, la ciudad estaba en caos, pero nunca pensó que esta batalla coincidiría con el momento más crucial de sus vidas.

El hospital ya no era una opción. Con cada explosión que oía, sabía que los hospitales estaban desbordados. No había héroes suficientes, no había camas suficientes, y definitivamente no había tiempo suficiente para que Katsuki regresara.

Cada movimiento le dolía, y cada grito quedaba ahogado por el rugido de las explosiones en la lejanía. El suelo bajo sus pies se sentía inestable, y sus piernas comenzaron a temblar bajo el peso de su propio cuerpo. Sus rodillas cedieron, y cayó sobre la alfombra del salón, su respiración entrecortada mientras la siguiente contracción llegaba, esta vez más fuerte que antes.

—¡Kaachan! —gritó, su voz rompiéndose, no por la esperanza de que su esposo lo escuchara, sino por la desesperación de que no estaba allí.

El sudor corría por su rostro mientras se forzaba a mover su cuerpo. Con un esfuerzo que no sabía que tenía, logró llegar hasta el borde de la mesa del comedor, agarrándose con fuerza. Sus dedos se cerraron en torno a una pata de la mesa mientras sus dientes rechinaban por el esfuerzo. Sabía que no podía hacer esto solo. No debería hacer esto solo.

—Lo siento, chicos… papá no está listo —murmuró entre respiraciones jadeantes, su voz apenas un susurro mientras otra ola de dolor lo sacudía.

Oneshot's BakuDekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora