Dios

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En las profundidades del inframundo, donde las sombras danzan y los lamentos de las almas perdidas resuenan en ecos eternos, Katsuki Bakugo, el temido dios Hades, se sentaba en su trono de obsidiana. Sus ojos, del color del fuego infernal, miraban sin ver, perdidos en recuerdos de vidas pasadas y amores perdidos. Una y otra vez, su mente volvía a él: Izuku Midoriya, el mortal que había robado su corazón hace eones.

Bakugo recordaba con claridad la primera vez que lo vio. Fue en una época moderna, muy diferente a los tiempos mitológicos en los que él había reinado como señor del inframundo. Las calles de Tokio bullían de vida, el ruido de los automóviles y las conversaciones de los transeúntes creaban una cacofonía que contrastaba con el silencio sepulcral al que estaba acostumbrado.

Era un día gris, las nubes amenazaban con descargar su furia en cualquier momento. Bakugo caminaba entre los mortales, oculto a plena vista, cuando lo vio. Ahí, sentado en un banco del parque, con un libro en las manos y una expresión serena en el rostro, estaba Izuku. Su cabello verde ondulado se movía suavemente con la brisa, y sus ojos, del color de las esmeraldas más puras, brillaban con una luz interior que Bakugo jamás había visto en ningún ser, mortal o inmortal.

Sin poder evitarlo, sus pasos lo llevaron hacia el joven. Algo en él lo atraía como un imán, una fuerza más poderosa que su propia voluntad. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Izuku levantó la mirada de su libro y le sonrió. Fue en ese momento, bajo el cielo gris de Tokio, que Bakugo sintió cómo su corazón, dormido durante milenios, volvía a latir con fuerza.

—¿Te importa si me siento? —preguntó Bakugo, su voz más suave de lo que jamás había sido.

Izuku negó con la cabeza, su sonrisa aún más brillante—. Para nada, adelante.

Bakugo se sentó, sintiendo una calidez que no había experimentado en siglos. Por un momento, ninguno de los dos habló, el silencio entre ellos cómodo y familiar, como si se conocieran de toda la vida.

—¿Qué estás leyendo? —preguntó finalmente Bakugo, genuinamente curioso.

Izuku le mostró la portada del libro.

—Mitología griega —respondió con entusiasmo—. Siempre me ha fascinado. ¿Sabes? A veces pienso que debe ser increíble ser un dios, vivir para siempre, tener todos esos poderes...

Bakugo no pudo evitar soltar una risa amarga. Si Izuku supiera...

—No todo es tan genial como parece —murmuró—. La inmortalidad puede ser una maldición.

Izuku lo miró con curiosidad—. ¿Por qué lo dices?

Bakugo se quedó en silencio por un momento, pensando en cómo responder sin revelar su verdadera identidad. —Imagina vivir para siempre, viendo cómo todo lo que amas desaparece. Ver pasar las eras, el mundo cambiando, y tú... tú sigues igual.

Oneshot's BakuDekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora