Ella era una chica muy trabajadora. No solo destacaba en la escuela, sino que había emprendido su propio negocio. Se dedicaba a promover y vender productos a través de las redes sociales, y mantenía un contacto constante con sus clientes mediante mensajes que pedían que compartieran sus publicaciones. Su dedicación y esfuerzo la habían llevado a tener una buena base de clientes y una sólida reputación.
El profesor, que había quedado impresionado tanto por su desempeño académico como por los productos que ella ofrecía, decidió hacer un pedido. Quedaron en encontrarse un día cerca del domicilio de la joven para que él pudiera recoger los artículos. La cita estaba fijada para la tarde, justo cuando ella, junto a su papá, llegarían al lugar acordado.
Aquel día había comenzado tenso. Ella y su papá habían tenido una discusión antes de salir de casa. El ambiente entre ellos no era el mejor, pero ella trataba de mantener la calma. El papá, un hombre de carácter serio y reservado, mantenía su actitud fría y distante.Al llegar al punto de encuentro, ella se adelantó para saludar al profesor. Con una sonrisa alegre y una actitud risueña, le entregó los productos. La expresión del profesor era amable, y él recibió los artículos con gratitud.
-Espero que sean de su agrado y le sirvan -dijo ella, entregándole los paquetes.El papá observaba desde un lado, con una actitud distante que contrastaba notablemente con la calidez de su hija. El profesor, percibiendo la tensión subyacente, intentó mantener una conversación ligera para aliviar el ambiente. Sin embargo, el comportamiento del papá seguía siendo seco y cortante.
A pesar de la situación, ella se mantuvo positiva. La pasión por su trabajo y el deseo de que el profesor quedara satisfecho con su compra eran más fuertes que cualquier malestar personal. Mientras se despedían, ella deseó que la entrega hubiera sido un éxito, esperando que sus esfuerzos fueran bien recibidos.