El verano se desvanecía lentamente, pero el calor de agosto aún pesaba sobre los días de Laura, no solo por el clima, sino por las nuevas cargas que la vida le había impuesto. Mientras su padre mostraba pequeñas señales de mejoría, la tragedia volvió a golpearla de manera inesperada. Un día, su fiel compañera, la perrita que había estado a su lado durante años, comenzó a mostrar signos de debilidad.
Laura no pudo hacer nada más que sostenerla en sus brazos, sintiendo cómo la vida se escapaba lentamente del pequeño cuerpo que tanto había significado para ella. Las lágrimas caían sin control mientras sentía el último suspiro de su amiga, y ese momento, comprendió que, una vez más, la vida la estaba despojando de algo invaluable. Su perrita no solo había sido una mascota; era su confidente silenciosa, la que siempre estaba ahí en sus momentos de tristeza y alegría, la que la había acompañado en su soledad.
Enfrentar la vida sin ella parecía un desafío insuperable. Pero como había ocurrido en otras ocasiones difíciles, Santiago estuvo presente. Aunque no pudo estar físicamente con ella, sus mensajes constantes la reconfortaron. "Sé que es duro, Laura, pero eres más fuerte de lo que crees. Tu perrita siempre estará contigo en tu corazón, y eso nunca te lo quitarán."Esas palabras fueron como un bálsamo para el dolor que Laura sentía. Santiago sabía exactamente qué decir, y aunque las heridas seguían abiertas, saber que alguien entendía su dolor le ayudaba a sobrellevarlo.
Sin embargo, la vida no parecía querer darle un respiro. Apenas unas semanas después de perder a su perrita, otra bomba estalló en su ya complicada vida. Un día, al regresar a casa, Laura encontró a su madre empacando. Las palabras que su madre le dijo fueron como un puñal: "No puedo más, Laura. Me voy. No puedo quedarme aquí."Laura se quedó paralizada, incapaz de procesar lo que estaba sucediendo. Su madre, la persona que siempre había sido el pilar de la familia, estaba abandonándolos. De repente, las responsabilidades que ya la abrumaban se multiplicaron. Ahora, además de su trabajo y la escuela, tenía que cuidar de su padre enfermo y de su hermano pequeño.
La desesperación la invadió. Se sentía perdida, incapaz de imaginar cómo iba a poder con todo. Pero en medio de esa tormenta interna, Santiago volvió a ser su ancla. "Laura, sé que esto es más de lo que cualquiera debería soportar, pero tú puedes con esto. Eres una guerrera, y aunque ahora te parezca imposible, vas a salir adelante."Laura leía esos mensajes una y otra vez, aferrándose a esas palabras como si fueran su única tabla de salvación en un mar embravecido. Sabía que Santiago tenía razón; había superado muchas cosas antes, y aunque esto parecía más grande que todo lo anterior, no podía darse por vencida.
Los días que siguieron fueron un verdadero desafío. Laura se vio obligada a crecer más rápido de lo que jamás hubiera imaginado. Su rutina se volvió una batalla constante entre las responsabilidades del hogar, los estudios y su trabajo. Pero cada vez que sentía que ya no podía más, recordaba las palabras de Santiago y encontraba la fuerza para continuar.Aunque la vida la había golpeado con fuerza, Laura sabía que no estaba sola. Y mientras pudiera contar con el apoyo de Santiago, estaba decidida a seguir adelante, no solo por ella misma, sino también por su padre y su hermano, quienes ahora dependían de su fortaleza.h