Los días transcurrieron y, poco a poco, Laura se integró mejor en el ambiente escolar. Su carácter fuerte, combinado con su sociabilidad, la llevó a relacionarse bien con los demás maestros. Santiago observaba con agrado cómo ella, lejos de ser problemática, resolvía sus conflictos con madurez y autonomía.
Sin embargo, un día que comenzó como cualquier otro, Laura llegó a la escuela después de una agotadora jornada de trabajo. No había tenido tiempo de comer, pues sus tareas laborales se habían extendido más de lo previsto. Dos horas después de haber llegado a la escuela, comenzó a sentirse mareada. La sensación era tan intensa que decidió buscar ayuda en la oficina del profesor Santiago.-Me siento mal, estoy mareada dijo al entrar, tratando de mantenerse en pie.
Santiago, preocupado, se levantó de inmediato y la tomó del brazo con suavidad.
-Vamos a dirección -le dijo con un tono firme, pero lleno de preocupación.En el camino, Santiago le preguntó si había comido algo, a lo que Laura, algo avergonzada, respondió que no había tenido tiempo debido al trabajo. Al llegar a la dirección, él explicó rápidamente la situación y, minutos después, salió con un paquete de comida en la mano.
Antes de regresar a su oficina, Santiago se agachó cerca de Laura y, en voz baja, le susurró al oído:-Tu papá se fue con una mujer.
El comentario, que tocaba un tema muy sensible para Laura, la tomó por sorpresa. Era algo que ella le había confiado en una conversación pasada, y no esperaba que lo mencionara en un momento así. Su enojo fue instantáneo. Sin pensarlo dos veces, le dio una patada suave pero firme, suficiente para que él sintiera su desaprobación. Una señora de intendencia que pasaba por ahí se percató del gesto, mirándolos con asombro.
Santiago, dándose cuenta de la gravedad de su error, se sintió incómodo pero mantuvo la compostura. Llevó a Laura a unas bancas cercanas para que pudiera sentarse y comer. Mientras ella comía, él se levantó, cruzado de brazos, observándola con una mezcla de arrepentimiento y autoridad.-No me vuelvas a patear enfrente de nadie-dijo en tono serio.
Laura, aún molesta pero también herida por el comentario, alzó la vista. Sus ojos se llenaron de lágrimas que no pudo contener.
-No vuelvas a tocar el tema de mi papá-dijo con voz temblorosa-. Y mucho menos para burlarte.
Santiago se quedó en silencio, observando cómo esas lágrimas caían por las mejillas de Laura. El peso de sus palabras y la reacción de ella lo hicieron reflexionar. Finalmente, se acercó con un aire de humildad y le pidió disculpas.-Lo siento, no debí decirlo. No volveré a mencionarlo, te lo prometo. Solo hablaremos de ello si tú lo decides.
Laura asintió, sintiendo que, a pesar del dolor y la incomodidad del momento, habían llegado a un entendimiento. Ambos acordaron dejar ese tema fuera de sus conversaciones, a menos que ella decidiera lo contrario, y que Laura haría un esfuerzo por controlar sus impulsos de ira en público.Con la tensión disipada, aunque aún con el malestar latente, ambos sabían que habían dado un paso más en la compleja dinámica de su relación.