Un carrito casi vacío

1 0 0
                                    

Akira adora ir de compras al supermercado. Es de sus actividades favoritas de la semana desde que se mudó sólo a un departamento hace años: le encanta escoger las frutas, las verduras (que normalmente son más fáciles de encontrar en los mercados), la carne, el pan... Cosas en general para llenar su nevera.

Eso es otra cosa: a Akira le encanta tener la nevera llena todo el tiempo.

Su madre suele prepararle algo de kimchi, algunos guisos tradicionales, incluso mochis y postres variados para que tenga siempre algo para alimentarse durante la semana, incluso sabiendo que su hijo no se salta ni una sola de sus comidas. Cuando Akira no come, es una completa furia.

Generalmente, es un chico amable, educado, tranquilo, bromista y encantador; es muy bueno en todo lo que tiene que ver con su trabajo, es creativo, productivo, divertido... pero cuando no come se convierte en todo lo contrario: un titán del tiempo hambriento, dispuesto incluso a devorar a sus hijos.

— Creo que no fue por hambre que se los comía.

— ¡Era un ejemplo! — se queja su amigo Suki debido a la interrupción. — Quiero decir que eres temible.

El mayor rueda los ojos, cruzándose de brazos para seguir esperando el almuerzo en aquella mesa apartada de un restaurante iluminado a las afueras de Daejeon. Nunca se enfada ante la impuntualidad en general, pero es estresante cuando se trata de la comida. Su hora de descanso dura solamente 65 minutos y ya han pasado 43... Si tiene que volver a la oficina con el estómago vacío, está seguro de que luego volverá para dejarle una queja al restaurante. Y no sólo eso: probablemente se arme una tercera Guerra Mundial en su despacho tras descubrir que su compañero (y segundo mejor amigo) Oliver se ha robado sus panecillos de emergencia.

Si Akira odia algo con todo su ser, además de esperar por la comida, es que se roben sus bocadillos de emergencia. Es el mismo y principal motivo por el que nunca se ha atrevido a vivir con alguien más.

— No tengo tiempo para esto — termina por ponerse de pie, impaciente, dejando a su amigo universitario en la mesa como una incontable cantidad de veces lo ha hecho en el pasado. Suki suspira, cruzando sus piernas sobre el asiento. Realmente ya se lo veía venir. Es algo común en Akira: buscar opciones más rápidas si ya se han demorado casi veinte minutos en traerles su plato.

Es así como Akira decide ir mejor a un pequeño supermercado que le queda de paso camino a la oficina. No es donde usualmente hace sus compras y eso es una desventaja en cuestión de tiempo, pero es lo más fácil que encuentra debido a que no hay tiendas de conveniencia por la zona.

Aún con el tiempo contado y las desventajas que a cada paso se agregan a su lista, decide tomar un carrito de las afueras del establecimiento. Sabe que no llevará demasiadas cosas, pero le gusta prevenir.

Akira es un hombre organizado, sí: por lo general no iría de compras sin un plan concreto de qué tomar en cada pasillo y repisa. Le gusta el orden. Le gusta no gastar más de lo que debe porque es bueno ahorrando. Además, por lo general sabe muy bien lo que quiere comer.

Para el desayuno prepara todos los días lo mismo; la cena es impredecible: podría salir a cenar o preparar algo sencillo. A la hora del almuerzo, sin embargo, tiene solo dos opciones: comer lo que su madre le preparó para tener listo siempre o salir con Suki.

El chico en grado universitario tiene horarios complicados, de hecho: sus clases cambian a cada semana y son pocas las ocasiones en las que pueden quedar para beber algo y almorzar, pero les gusta mucho estar juntos.

Suki es un amigo un poco celoso, en realidad. Algunas veces Akira menciona que saldrá a comer con Oliver, y Suki hace todo lo posible por no dejarlos solos. A Akira le parece cómico, sí, y podría decir que incluso le gusta.

Damn fucking foodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora