Sora odia despertar. Si tuviese que elegir una parte de su día como la peor, sin duda alguna sería aquel momento en el que abre los ojos por primera vez, notando que sigue en el mismo sitio de siempre. Que está rodeado de obscuridad.
Sora duerme muy mal. Le cuesta un montón, al menos normalmente. No concilia el sueño hasta pasadas las tres de la mañana, pero debe despertar tan sólo un poco después, a las 5:30. No hace demasiado caso al reloj: no tiene mucho tiempo para perder, no tiene nada qué hacer. Después de todo, solo es el cámara. Se pone su sudadera negra encima de un pantalón de mezclilla obscura rota, con una camisa blanca debajo. Lleva la capucha puesta, ni siquiera se lava el rostro. No tiene ganas.
Encuentra a Sam ya desayunando en la cocina, listo para salir. Ahí está, además, el tazón lleno de cereal que Sora abandonó semanas atrás. Nadie lo levanta. Sam tiene la esperanza de que un día su amigo se anime a probar el rancio alimento en la mesa, pero nunca ocurre.
Sora odia despertar. Si tuviese que elegir una parte de su día como la peor, sin duda alguna sería aquel momento en el que abre los ojos por primera vez, notando que sigue en el mismo sitio de siempre. Que está rodeado de obscuridad.
Los días se repiten y asimismo lo hacen las semanas. Ya no sabe la fecha, no le importa la hora... Siguen pasando los días y solo se pregunta para qué. ¿Para qué sigue viviendo? ¿Por qué es siempre lo mismo...? ¿Hacia dónde va? ¿Por qué en su cabeza todo lo que hay es ese anhelo porque se termine? ¿Qué es lo que quiere que termine? ¿El día? ¿Para qué, si mañana será igual...? ¿La semana...? ¿Para qué, si igual tendrá que despertar temprano el domingo? ¿Acaso lo que quiere que termine es la vida en sí...? ¿Acaso es por aquel sentimiento de monotonía...? ¿Es el sufrimiento...? ¿Por qué sufre...? Nada le está pasando. Nada nunca le pasa a Lee Sora. Nada relevante.
¿Nació para ser la clase de persona que solo existe en medio de un mar de tristeza y monotonía?
- Parece que sí - se contesta a sí mismo, esperando a que Sam termine su comida desde el sofá donde suele dormir. Generalmente, sabe que es muy obvio: Sora no se esfuerza. No hace nada diferente, no cambia la rutina. Quiere creer que no le importa, pero es mentira. Hoy hay una variante. - Vienes conmigo - le avisa al pequeño juguete que saca de debajo de su almohada. Ese gatito anaranjado mal pegado con pedazos de cinta que ha sobrevivido por años ahí debajo. Nunca se dio el tiempo de sanarlo bien.
Lo toma entre sus manos y simula acariciarlo. Imagina que peina su brillante pelo de colores, que el animal ronronea en respuesta, que su madre está a su lado y le acaricia el cabello también, como cuando tenía ocho años y se mudó con ella por motivos desconocidos.
Pero mamá era agradable. No como papá. Ella al menos pasaba tiempo con él. Peinaba su cabello, comían juntos y veían las caricaturas.
- Es hora de dormir - le decía ella con un tono chillón, fingiendo que era aquel juguete quien hablaba. - Sora debe dormir ahora.
- Ya no soy un niño, mamá - se quejaba él, enfadado. En serio no quería ir a dormir. Sora había comenzado a temerle a la obscuridad, pero no quería admitirlo. En cambio, su excusa para no ir a la cama era que ya estaba grande: que podía quedarse hasta más tarde viendo caricaturas en el salón.
- Sora quiere crecer grande y fuerte, ¿cierto? Debe descansar correctamente para eso.
- ¡No quiero! - le gritó a la mujer, arrebatando el juguete de sus manos para lanzarlo lejos con furia. Su madre jamás lo había visto así.
- ¿Qué pasa, cariño? - preguntó directamente, sentándose con él al borde de la cama cuando comenzaba a sollozar. - Podemos arreglarlo juntos, solo dime qué es, ¿por qué no quieres ir a dormir?
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Damn fucking food
Teen FictionSora odia la comida. Donde Akira conoce casualmente a Sora en un supermercado y desde entonces lo único que desea es poder ayudarlo a reparar su relación con la comida. O donde Akira, un oficinista encargado del área creativa de una empresa dedicad...