gomitas de tiburón

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Había pasado una semana ya desde la última vez de Akira en el estudio de grabaciones. Después de su pequeña conversación con sus amigos en una tienda de conveniencia, concluyó que lo mejor sería tomar distancia por un tiempo.

La empresa, además, había decidido dejar que se encargasen de la publicidad por su cuenta, viendo en los días anteriores que sabían hacerlo muy bien. Estaban satisfechos con el incremento en ventas y popularidad. Felix estaba feliz: su sonrisa había vuelto en esos días.

Ese domingo, Akira llegó temprano. Era su día libre, pero siempre llegaba temprano.

No le gustaba demasiado pasar los fines de semana en casa. Se desesperaba cuando no tenía cosas por hacer y hace bastante que no le surgían proyectos personales.

Hace poco más de una semana que no veía a Lee Sora. No le pidió la hora, pero aún planeaba hacerlo. Sí, bueno, lleva ocho días sin saber qué hora es y eso es horrible. Normalmente, Akira no pasa más de cinco minutos sin revisar la pantalla de su teléfono móvil. Odia las notificaciones y las elimina apenas aparecen porque detesta ver la barra superior de la pantalla llena de íconos molestos. Necesita comprobar qué hora es todo el tiempo también. Saber si va tarde, si ya casi es hora de salir, hora de una reunión o del almuerzo. Akira necesitas saber: detesta la incertidumbre.

Es organizado con todo: todos los días, apenas llega a la oficina anota en su horario todos y cada uno de los pendientes en los que se ocupará durante el día. Lo hace por Oliver también y tiene más compañeros que dependen de él para recordar tareas.

Siempre sabe lo que tiene qué hacer, qué esperar o qué trabajo entregar, y es por eso que le sorprende demasiado ver a Han Peter entrando por las puertas del ascensor del edificio donde trabaja ese mediodía. Lo ve enfadado, caminando hacia la recepción mientras él volvía del comedor con una taza de café y unas recientes impresiones. Se acerca para escuchar lo que le dice a la recepcionista, pero el hombre lo mira antes de llegar y prefiere dirigirse hacia él.

- ¿Dónde está tu jefe? - es la primera pregunta. Akira traga saliva duramente por la sorpresa: Han Peter parecía un hombre más tranquilo, pero hoy aparenta ser solo un furioso director al borde del colapso. - ¡Dime dónde está!

- Director Han, ¿qué ocurre? ¿Algún inconveniente?

- ¡Claro que hubo un inconveniente! Mi presentador está incapacitado por primera vez en casi ocho años, ¿te parece poco?

- ¿De qué habla? Debe calmarse, director - le pide el rubio, dejando sus cosas en el escritorio de su compañera para llevar al exaltado hombre a un asiento.

- ¡No me pidas que me calme! Sam jamás había enfermado y ahora parece que sus comidas lo intoxicaron.

- Eso es imposible, director: contamos con protocolos realmente estrictos de higiene y seguridad. Ninguno de nuestros productos se pondría a la venta en mal estado.

- Pues hicieron algo mal - insiste, poniéndose de pie. - Quiero hablar con tu jefe.

- ¿Qué sucede? - se acerca a la escena Hwang Jessie, preocupada por ese pequeño escándalo. - Ah, director Han, ¿qué tal está? ¿Nos extrañó?

- ¡No me hables! Solo llévenme con el dueño de esta empresa de porquería.

- Con todo respeto, director... Si se trata de algún problema con la empresa, debe decírmelo a mí - le explica Akira, aunque sea una mentira ligera: lo único que quiere es no volver a perturbar a su jefe, al menos esa semana. - El señor Lee está muy ocupado en otras cosas.

- ¿Señor Lee? - repite el nombre, comprobando en la mirada de los chicos frente a él si aquella información es o no verdadera. - ¡Señor Lee! - comienza a llamarlo, esperando a que salga. - ¡Señor Lee, venga aquí ahora mismo! ¡No sea cobarde!

Damn fucking foodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora