Pastel de cumpleaños

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Llegar a casa es la mejor parte del día para Sora.

Mientras Sam conduce hacia el departamento, haciendo bromas simples, riendo, escuchando la música que suena en la radio con la esperanza de tener tiempo suficiente uno de esos días para hacerse una playlist propia, Sora baja el vidrio de su ventana para mirar afuera.

Todo le parece tan brillante. Se ve frío, desértico, vacío...

Le gusta jugar con el aire. Se siente ligero y no sabe si es el peso del oxígeno o su falta del mismo. Su falta de él mismo. De sí mismo. Sora no se tiene.

A veces piensa cosas absurdas mientras mira hacia afuera. Quizás es que mirar afuera lo hace ver más hacia su interior. Le duele mucho y no lo entiende. La lluvia que comienza a caer arde sobre su piel. Sobre sus manos que hace un rato pudieron ser partícipes en lo que él considera una grandiosa estafa.

Sora estafó a un simple chico que buscaba compañía para almorzar. Se siente culpable al haberle cobrado por su ineficiente servicio, pero tiene al menos un poco más de dinero ahora.

Le cuesta bajarse del auto. Está demasiado cansado. Sam hace silencio y sólo abre la puerta de su departamento, dejándolo entrar primero.

La rutina de Sora es sencilla: llega a casa, se tira en el sillón lleno de almohadas y mantas, se cubre hasta la cabeza y espera a que Sam apague la luz y se vaya a su pieza. No le dirige la palabra. Nunca lo hace, eso es general. Sora no habla con absolutamente nadie si no es completamente necesario. Escucha que Sam se lava la cara, se cambia la ropa, se mete en la cama y duerme. Entonces Sora se sienta en el sillón y cuenta.

Uno... Dos... Tres... Cuatro... A veces pierde la cuenta de los días que lleva sin comer.

Siente su cuerpo débil y eso lo anota en una libreta. Escribe que se siente sin una pizca de energía, que le cuesta mantenerse despierto, que su cuerpo duele, que no para de pensar en toda el hambre que tiene... Que la ropa se siente más floja, pero se mira y parece que ha subido de peso.

Escribe lo que ha ahorrado en comida ese día y lo que ganó por la misma también. Escribe que cada vez es más fácil.

Escribe que sus manos duelen menos esa noche.

Escribe que mañana es día de pastel. Que está preocupado.

Todos los viernes son día de pastel en su trabajo, sí, porque hay demasiada gente trabajando en el plató y cada semana alguien cumple años. Si no, solo porque el director del programa de noticias necesita excusas continuas para pagar miles de wones en pastel de queso y tarta de chocolate.

Esta semana nadie cumple años, pero seguramente la excusa será que la empresa que los vende decidió patrocinarlos o una mierda así. Que ahora les enviarán pasteles una vez a la semana a cambio de menciones en los infomerciales. Y es muy fácil: todos en la ciudad desearían que Sam fuera la cara de su marca, pero el director del programa solo aceptará a su conveniencia.

Si se trata de pastel de queso y encima mandan también un puesto de café americano helado gratis, entonces es un "sí" asegurado por parte del director Han. Por suerte para Sora, ninguna tienda sabe su secreto todavía.

Una lástima entonces que el director creativo de la fábrica de producción de alimentos "bokkie eumsig" sea tan eficiente.

- Tenemos que hablar - fue lo primero que el dueño y jefe de Bokkie eumsig le dijo a Akira apenas llegar de su descanso esa misma tarde. De primeras, lo que imaginó fue que hablarían sobre su tardío regreso, incluso si apenas había llegado diez o veinte minutos tarde. Asintió, caminando a sus espaldas en dirección a la oficina principal del edificio.

Damn fucking foodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora