Un tazón de sopa

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Sus manos llenas de sangre, ojos que pierden el brillo observando un cuerpo frío y sin vida, sus alientos se van perdiendo junto a los últimos latidos de Lee Sora: lo acaba de matar.

Se pone de pie y retrocede, como si no fuese capaz de comprender lo que acaba de pasar. Como si no recordase lo que acaba de hacerle a su novio. Como si no hubiera sido su intención.

Hiperventila y siente que sus extremidades tiemblan, pero porque es verdad: no era su intención asesinar a Sora.

Él solo se estaba divirtiendo... Estaba jugando, ¿por qué Sora había perdido la vida?

Akira corre al baño a vomitar; es como si de pronto toda la mierda que ha hecho en el último mes le cayera encima. Como si apenas pudiera comprender que estaba mal. Que mató a su mejor amigo, lo cocinó y luego mató a su novio.

Pasa un rato vomitando antes de volver al salón. Todo se ve tan irreal que es incapaz de decidir lo que debería hacer. Quizás limpiar, recoger sus cosas y huir de la escena con las evidencias en video y los tintes de cabello.

Es muy difícil respirar mientras intenta limpiar el suelo alrededor de Sora. ¿Qué debe hacer con él...? No lo había pensado. En la nevera ya no queda espacio porque Bailey Oliver permanece congelado ahí, aunque sin cabeza. Fue lo primero que le quitó porque con ella era casi imposible que cupiera en el reducido espacio.

Puede escuchar sus propios latidos en sus oídos. Es como estar ebrio.

Justamente para una ocasión así es que guardó toda una docena de cervezas entre las vísceras de su mejor amigo. Va por ellas y se sienta junto al cuerpo de Sora, con la cabeza de Bailey Oliver entre las piernas y el cuerpo del gato que hace un tiempo encontró muerto por la calle en un sofá.

Sus labios secos hacen contacto con la primera lata y bebe su contenido de un solo trago. Había extrañado tanto el alcohol...

Recuerda que fue el principal motivo por el que tenía prisa por salir del departamento de su mejor amigo: poder beber a escondidas.

Tenía noches largas de bebidas y a la mañana siguiente, poco a poco, se le hacía fácil esconderlo en el trabajo.

Quizás no tenía tanto control como quería hacerse pensar.

Mamá nunca supo sobre sus vicios, no... Ella ya decía demasiado debido a ser el responsable de la muerte de su padre.

Ojalá él no hubiera muerto.

Le hubiera gustado mucho presentarle a Sora, ver que se hacían amigos de pesca y que cuidaban gatos juntos en el campo. Le hubiera gustado mucho no haberlos matado a ambos.

Mamá ahora debía estar el doble de desilusionada.

No lo había considerado, en realidad: que la mujer debía estar muy enojada desde que comenzó a aparecer en las noticias y anuncios de la ciudad. Ella se había mudado a Daejeon solo por seguirlo y cuidarlo de cerca. Le preparaba comidas todas las semanas, para que siempre tuviera algo qué comer en la nevera. Su madre lo amaba tanto... ¿Por qué le hizo todo eso...? Akira era el verdadero monstruo de Daejeon.

Recuerda su vida en Seúl. Ahí todo era diferente, más tranquilo y ruidoso, irónicamente contraria, la ciudad donde su corazón siempre viviría.

Era muy feliz en sus días de instituto: tenía muchos amigos, muchos pretendientes y muchos intereses. Se veía como el típico chico popular de los doramas, el presidente estudiantil, el chico deportivo que en lugar de eso solo estaba algo pasado de peso.

Nadie hubiera imaginado lo horrible que era, en realidad, su vida en casa.

Papá no estaba nunca y desde que era muy joven Akira tuvo que encargarse de absolutamente todo. Limpiaba, cocinaba y lavaba la ropa. Hacía las compras, aunque aquello siempre le gustó porque papá le daba dinero más que suficiente: así podía comprarse incluso sus gustos y tenía permiso.

Damn fucking foodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora