CAPITULO 8. El amor de un padre. Parte I

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2024. BORRADOR SIN EDITAR (EN REVISION COPIADO Y PEGADO TAL CUAL, AMERITA MODIFICACION DEL ESCRITO EN 2019) POSIBLE SE DIVIDA EN DOS PARTES


Como prometí, le conté a mi padre en el desayuno del lunes que había dicho Jim del retrato « Las dríades y las oreades» dije, «¡Bingo!» Exclamo orgulloso. Me llene de jubilo por ambos porque era la única que conocía el secreto de los sentimientos mutuos de continuar con el juego de manera indirecta. Ambos no sabían que cada uno meneaba su cola empojada pensando en la adrenalina de adivinar del otro. Me pregunte si iba a premiarlo, porque siempre le daba un premio cuando adivinaba, después que le transmití la información se retiro contento masticando su twinkie de vainilla. Durante la semana, la relación de padre e hijo parecía solucionarse pronto, el problema que cada tanto uno de ellos le picaba el mosquito del orgullo y salía huyendo del lugar con cualquier pretexto. Mi padre se mostraba ansioso por tener en sus brazos al hijo escurridizo y al acercarse el fin de semana (fecha del concierto) ya no aguantaba su ansiedad. Su deseo se cumplió un miércoles a la hora del desayuno, día que la familia se entero y comenzó a observar con seriedad los métodos del hijo. Fue el que sostuvo el cuerpo de Jim cuando de repente se desplomo cuando fue a buscar su mermelada de mora en la nevera.


 Estábamos empezando a desayunar, nuestro padre se ofreció a llevarnos (táctica para estar a solas con Jim sin posibilidad de huir dentro del auto salvo que no tuviera miedo de abrir la puerta con el motor andando). Justamente, anoche Jimmy se acostó a dormir bien tarde (no recuerdo la hora, ya estaba dormida y cuando desperté a las 6am, se encontraba sentando en la cama quitándose la ropa de ayer). Sin mencionar que no era la primera vez que no sabia a que horas se había acostado a dormir (si es que había dormido). Lo peor del asunto que después de lo ocurrido era la única que podía contar el habito nocturno de Jim. Volviendo, Jim se desplomo y por suerte mi padre voló del asiento para recibir el pequeño cuerpo. Todos nos alarmamos al verlo desmayado con la cara pálida y no funcionaba bien los métodos básicos para despertar al desmayado. Solo volvía en si y se quedaba dormido de nuevo. Mi madre se puso estérica y no quiso esperar nada para que se lo llevaran a urgencias, su hijo gozaba de buena salud y algo asi puede ser un síntoma grave. Mi padre tampoco espero lo suficiente y lo metió enseguida al auto para llevarlo a su medico pediatra. Yo quede en el limbo, nadie se acordó de mi, menos yo. Mi cuerpo se quedo solo en la casa y el alma se monto en el carro. Me quite el uniforme esperando quieta por el regreso.


Alrededor del día, vino la madre de Jessica para llevarme a su casa y cuidar de mi, toco jalarme a juro, no quería moverme de la casa hasta que todos volvieran. Mi padre tuvo que llamar y convencerme que los esperara en la casa de la Sra. Collins, en asunto iba llevar tiempo y que Jim se encontraba mejor. Prometió que me traería de vuelta sano y salvo a mi amado hermano. Lloré, rece y me consolé a lado de Jessica, viendo el lento transcurrir de las horas sin noticias. Ella y yo hablábamos sobre si se moría, nosotras nos moríamos también. Planteábamos las maneras indoloras de suicidarnos. Las pastillas para dormir de la Sra. Collins fue la ganadora, nada más glamoroso que morir bajo una sobredosis de sueño eterno. Jessica se creía la Julieta moderna con la desdicha de carga el mismo destino. Morir por amor. Y para darle duro a masoquismo esperanzador (un final feliz) vimos la bella durmiente y Blancanieves. El mundo contra ella para separarla de su amado. Rezamos, llenamos la barriga y quedamos tiradas en el suelo mirando al techo agarradas de la mano. Jessica se sentía agradecida de compartir su pena con su futura cuñada (es decir, yo, la cuñada). Porque ese era mi papel, la hermana del príncipe. No la protagonista, ni la novia lo que provocaba que mi real sufrimiento no pudiera salir a gritos por completo.


El corazón casi se sale de mi pecho cuando escuche el timbre, Jessica y yo salimos corriendo medio locas en dirección a la puerta principal. El Sr. Collins nos retuvo y nos pidió que nos calmáramos y nos quedáramos quieta mientras veía quien toca. Lance un aullido desesperado cuando vi la figura de mi padre en el umbral de la puerta. «Tranquila, él se encuentra bien, esta en casa descansando después de una larga revisión medica» Dijo y lo abrace fuerte llorando de alivio. Acarició dulcemente mi cabecita y mejilla. Agradeció a la familia Collins por cuidarme y sonríe a Jessica prometiéndoles que le contaría todos los detalles. Abrazos y hasta luego. En el auto, hablamos poco, basto un resumen conciso bien censurado. La información completa sin censura la descubrí con los años. La excusa para tal cuestión fue porque era muy pequeña. Lo que me dijeron en esa época fue lo siguiente «Tu hermano sufrió una intoxicación con una pastilla que se tomo sin desayunar. Hace daño tomar pastillas sin tener nada en la barriga. De paso, era una dosis alta para su edad» Dijo. Me quede en silencio unos segundo tratando de recordar si vi a Jimmy tomarse una pastilla por esa mañana, y no, no lo vi hacerlo pero su cara se notaba medio enferma, su explicación que no durmió las ochos horas correspondientes. Pero si me hubieran preguntado si lo había visto en días anteriores, habría dicho que si. A deshoras (sobre todo en las noches). A según, eran sus vitaminas no Anf3taminas y d3xtroanf3taminas. Inocente de mi permití bajo engaño que se metiera la famosa pastilla para no dormir o pastillas para mejorar el rendimiento. El suceso fue camuflado para no dañar la reputación de la familia (la de Jimmy). El que dirán si descubren que el genio consumían drogas para rendir en sus estudios. Ya la palabra dr0gas, jodía la reputación de la persona. Prometimos no hablar del tema. Cuando llegue, encontré a Jimmy durmiendo en su cama, en pijama y arropado. Su cara lucia terriblemente agotada y se movía medio inquieto; mi corazón se oprimió y sin pedir permiso me acosté en la cama para pasarle mi mano en su rostro, lo llame suavecito varias veces y abrió sus ojos con pesadez, tardo un poco en reconocerme. Me di cuenta que si lo hizo cuando sonrió y dijo mi nombre «Hola Gi... Estoy en casa». No pude esperar nada y abrace aquel abollado cuerpecillo que lucia aliviado al verme ahí. Le dije que estaba feliz que regresara sano. Él hizo una mueca de sonrisa en respuesta luego la pesadez lo dominaba y obligaba a seguir durmiendo (era como si estuviera bajo medicación). Mi padre me pidió que lo dejara descansar pero Jimmy rogo que me quedase a su lado, necesitaba mi calorcito. Implore con mis ojos transmitiendo que no quería irme. Padre no tuvo opción, dio su permiso con la advertencia que no molestara su descanso. Lo prometí, me acomode y Jimmy se relajo el triple. Murmuro mi nombre y no hizo nada más por esa noche.

Margarita en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora