[Familia]

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La gran mayoría de la población humana en Japón se concentra principalmente en las ciudades grandes con desarrollo tecnológico y civilizado así como tolerante dado el ambiente moderno en el que conviven. Sin embargo, esto no aplica en los pueblos rurales ubicados en los campos donde no están tan desarrollados como en las ciudades y se mantienen medianamente aislados de estas mismas, algunos de estos pueblos se rigen bajo las antiguas leyes y viejos prejuicios que en la época moderna estarían mal vistas.

En uno de estos tantos pueblos rurales, mas específicamente en una de las calles, se encontraba una pequeña niña de ocho años de piel pálida, larga cabellera color ébano enmarañado, sucio y casposo, ojos rosados-lila. Vestía únicamente un kimono rosa claro hecho casi harapos de lo desgastado que estaba y no usaba zapatos.

Dicha niña tenía una mirada sin brillo y perdida como si estuviera muerta o en trance mientras las moscas revoloteaban a su alrededor de lo mal que olía, pero ni siquiera parecía importarle esto a ella en lo mas mínimo

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Dicha niña tenía una mirada sin brillo y perdida como si estuviera muerta o en trance mientras las moscas revoloteaban a su alrededor de lo mal que olía, pero ni siquiera parecía importarle esto a ella en lo mas mínimo. Los transeúntes que pasaban cerca la ignoraban por completo o se alejaban al acercársele demasiado como si fuera una simple peste.

La infante reaccionó al ver que una mano femenina se interponía en su visión y se agitaba cerca de ella alejando a las moscas a su alrededor para después captar el olor de comida notando que esa misma mano le estaba ofreciendo un gran pedazo de pan integral.

"Aquí tienes, pequeña"

Siguió la amable voz y resulta que quien le estaba regalando el pan era nada mas y nada menos que Kanae Midoriya, la cuál vestía un suéter morado morado oscuro, una larga falda rosada que le llegaba hasta las rodillas, zapatillas púrpuras y un bolso color beige por debajo de su hombro izquierdo. La niña miraba el rostro de la mujer que le sonreía sinceramente y luego volvió a ver el pan que le ofrecía, y otra vez a ella como si no entendiera la acción

-Kanae: Vamos, tómalo (insistió acercándole mas el pedazo de pan)

-Niña (tomó el pedazo de pan sin dejar de mirarlo)

-Kanae: Disfrútalo (deseó acariciando amigablemente su melena sucia y casposa) Me gustaría poder hacer mas (murmuró para si misma con cierto desanimo)

La niña dejó inspeccionar el trozo de comida que le ofrecieron al percatarse de que Kanae se ponía de pie y se dispuso a seguir con su camino, no sin antes despedirse de la niña con una pequeña sonrisa y un gesto de despedida con la mano. Todas las personas con las que había interactuado en su corta y horrible vida la maltrataban, la golpeaban y denigraban como si fuera una plaga inmunda. Pero ella, la trató como otro ser humano, le dio comida y le hizo un gesto cariñoso cuando nadie mas lo hizo.

Se levantó del suelo y avanzó por la calle en la misma dirección por la que se había ido Kanae hace poco. Alcanzó a avistar la señorita con horquillas de mariposa no muy de lejos de ella y se le acercó, pero no demasiado para que no notara que la estaba siguiendo. La vio ingresar a una tienda y se acercó mas.

La Espadachín de la FlorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora