Capítulo Nueve

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—¿Ohm...? —susurró Fluke, sorprendido por la carga sexual en su brillante mirada.

—Tú también me quieres —dijo Ohm con voz quejumbrosa, arrinconándolo contra la puerta y bajando la cabeza para besarle el cuello. Un escalofrío electrizante recorrió su frágil cuerpo.

—¿No es verdad, caro? —añadió Ohm.

—Sí... —murmuró Fluke, incapaz de resistirse—. Sí...

Ohm le dijo algo en italiano, mientras le apoyaba las manos en las caderas y tiraba de su cuerpo, para que entrara en contacto con su miembro en erección. El cuerpo le ardía de una necesidad contra la que no podía luchar.

Ohm le metió la mano entre los muslos y le desvistió con impaciencia. Le acarició tomándolo entre los dedos y después siguió a un lugar más íntimo gimiendo de pura satisfacción, al descubrir la humedad que no podía controlar, ni ocultar. Fluke se estremeció y se agarró a él para no caerse.

En ese momento abrió sus negras pestañas y se fijó en un bolso pequeño de color azul que había en la mesa de al lado.

—¡Tu madre se ha dejado el bolso! —exclamó Fluke.

Ohm abandonó su asalto erótico y levantó su cabeza muy despacio. Tenía la mirada perdida.

—¡Ese bolso que esta ahí! —señaló con la mano—. ¡En cuanto se dé cuenta, vendrá a recogerlo!

Ohm abrió y cerró los ojos. Con su mirada fija en él, fue quitándole la mano de la entrepierna.

Fluke tembló, avergonzado por lo que estaba ocurriendo entre ellos.

—Será mejor que vayamos al piso de arriba —sugirió él en voz baja.

Ohm retrocedió unos pasos. Fluke abrió la puerta y lo miró. Ohm le puso una mano en la cabeza y empezó a besarlo otra vez. Cuando apartó la cabeza, con sus ojos encendidos por el deseo, Fluke estuvo a punto de agarrarlo y estrecharlo otra vez entre sus brazos.

Atravesó el vestíbulo y empezó a subir por la espectacular escalera.

Ohm no lo soltó de la mano. Cuando llegaron al piso de arriba, lo abrazó con tanta fuerza que casi lo ahoga. De haber insistido, habría estado dispuesto a hacer el amor allí mismo.

—Te quiero, Ohm —le dijo, con la voz cargada de emoción. Incapaz de responder, asintió con la cabeza, como si fuera una marioneta.

En silencio, lo levantó en sus brazos y avanzó por el pasillo a grandes pasos. Entraron en una habitación y lo dejó sobre una cama, sin darle tiempo siquiera a que lo viera. Le desabrochó la camisa, le quitó los pantalones y le empezó a acariciar el pecho desnudo.

Fluke vio sus cuerpos reflejados en el espejo del armario. Ohm le estaba acariciando los pezones con las dos manos. Y en aquel momento se dio cuenta por primera vez de que él también tenía poder sobre Ohm.

Fluke buscó su boca y le metió la lengua entre los labios.

—Per amor di Dio... eres un hechicero... así no era como tenía que suceder —Ohm le quitó el pantalón que todavía tenía alrededor de las rodillas, sin apartar ni un minuto su boca de la de él.

Ohm le quitó la ropa interior, se echó encima de él e introdujo su miembro en su cuerpo sin demora alguna.

Fluke gimió de placer, arqueándose sin poder controlar la pasión. Los dos se movieron al unísono, sin control del tiempo, entregados por completo el uno al otro, hasta que juntos alcanzaron el orgasmo.

De lo primero que se dio cuenta Fluke, cuando terminaron, fue de la rapidez con la que Ohm salió de él. Sintió frío en su piel mojada y lo invadió un sentimiento de pérdida y desorientación. Abrió los ojos poco a poco, enfocando su mirada en el techo de aquella habitación en la que no había estado nunca. Bajando la mirada, vio a Ohm, que estaba completamente vestido.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora