Capítulo Uno

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Matt Finlay escudriñó el rostro atónito de Fluke y sonrió.

—Yo creo que el viaje a Cerdeña te puede servir de terapia. Es un
sitio perfecto para superar los amores...

—¡Ohm ya no es el amor de mi vida! —contraatacó Fluke, con los dientes apretados y su cuerpo tenso como la cuerda de una ballesta.

Matt frunció el ceño, fingiendo concentración.

—Pues creo recordar que cada vez que has visto a ese tipo las piernas se te hacían mantequilla.

Le estaba recordando algo que a él se le había escapado en una fiesta que dieron en la oficina, en la que bebió demasiado. En aquella fiesta, había intentado que lo aceptaran como uno más del grupo. Debería haberse imaginado que Matt se lo repetiría en cuanto se le presentara la ocasión.

—Pasé cinco años horribles en Cerdeña. No puedes recriminarme el que no quiera volver.

—Tampoco tienes que quedarte. Ni siquiera tienes que cambiar tu plan de vacaciones. ¿Quién más hay allí? Dan está todavía en Francia y la mujer de Marty va a dar a luz cualquier día de estos...

Fluke no quiso presionarlo. La agencia de viajes, de la cual tenía una buena parte de las acciones, se especializaba en alojamiento con autoservicio en el extranjero, y el negocio no había ido muy bien en los últimos meses.
Fluke era un chico joven, grácil y delgado. Llevaba un traje de chaqueta negro, elegido para que no resaltaran su cuerpo esbelto. Tenía los ojos verdes claro, pestañas oscuras y largas, con cejas del mismo color. El pelo, una combinación perfecta de castaño, cobre y oro, lo llevaba recogido en un lado de su cabeza, sujeta por un prendedor. El pequeño prendedor era la única concesión que hacía para tratar de resaltar. 

—Además eres de allí —musitó Matt con satisfacción—. Esa es una gran ventaja.

—Yo soy ingles —le recordó Fluke.

—Seis villas en Costa Esmeralda. Vas a verlas, firmas el contrato con el propietario, te vuelves a Italia y ya está. A lo mejor, cuando vuelvas de
vacaciones te apetece celebrarlo conmigo en una romántica cena para dos —sugirió Matt, sonriendo de forma muy sugerente.

Fluke se puso colorado. Eran amigos, pero últimamente Matt había tratado de convencerlo para que tuvieran una relación más íntima. Él le había respondido, con mucha delicadeza, que no y su insistencia lo estaba poniendo en una situación bastante incómoda. Después de todo, no sólo trabajaban juntos, sino que además estaban viviendo bajo el mismo techo.

—Ni lo pienses —le contestó sonriendo, mientras se dirigía a la puerta de salida.

—Hay veces que odio a tu hermano —le informó Fluke a la rubia que estaba en la recepción.

Leigh se limitó a sonreír.

—¿Cerdeña?

—¿Lo sabías? —Fluke se sintió traicionado, pero también sabía que estaba demasiado sensibilizado.

Ninguno de sus amigos podía saber lo que significaba para él volver a pisar aquella isla de nuevo. Porque, al fin y al cabo, no les había contado todo lo que le había pasado allí.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—Matt pensó que lo ibas aceptar mejor si te lo decía él. Además, te vas de vacaciones a Italia —comentó Leigh, mientras se daba la vuelta, para contestar el teléfono.

Fluke subió las escaleras del espacioso apartamento de dos habitaciones que había estado compartiendo con Matt, desde que Leigh se había casado. Hacía tres años que trabajaba con los hermanos Finlay. Con el dinero que consiguió de una póliza de seguro, compró acciones de la empresa. La agencia estaba situada en los bajos del edificio. Se sentía muy a gusto allí, porque se pasaba el tiempo viajando, viendo propiedades inmobiliarias y negociando.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora