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Leire, como cada mañana, observaba escondida a los niños jugar, felices y sin ninguna cadena que los encerrase en sus casas. Ella habría deseado vivir así. Pero el injusto destino se había puesto en su contra. Su padre jamás le permitía poner un solo pie fuera de aquella cueva. ¿Por qué?

Ni ella misma lo sabía.

Volvió al interior de la cueva, entristecida de nuevo, por no poder vivir la vida que ella quería. La de ser libre y correr con el resto de niños, sin esas preocupaciones que, desde tan pronto, le había tocado llevar.

-De nuevo has estado observando a los niños de fuera.

Leire se incorporó de golpe y se encontró con su padre, afirmando más que preguntando, lo que ya era obvio.

-Padre...-quiso negarse, decir cualquier tipo de excusa para aquel momento, pero no fue capaz. En su lugar preguntó-: ¿Por qué no puedo salir y jugar como el resto de los niños?

Él se acercó y acarició la suave mejilla de la joven niña, que apenas tenía diez años y le miraba con frustración.

-Tú quieres jugar con esos niños pero, no seas ingenua. El ser humano es un enemigo. Ellos solo querrían matarte y hacerse contigo.

-¿Por qué quieren hacerme eso, padre?

-Eso será algo que comprenderás cuando crezcas, hija mía.

-¿Y por qué no puedo saberlo ahora?-preguntó la niña, impaciente ante tanto misterio.

-Porque aún es pronto para que lo sepas. Sólo faltan ocho primaveras más y lo entenderás mi niña.

La pequeña, ingenua, creyó las palabras de su padre y regresó a su cuarto. No sabía que el mayor peligro que la aguardaba, podía estar más cerca de lo que ella imaginaba.

Al menos, no lo comprendió hasta que llegó casi a su mayoría de edad.

El día en que, la profecía, se cumpliría al fin.

Mi Guardián #1 EncuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora