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Después de aquel día en que Leire y aquel humano se encontraron, ambos empezaron a verse con mayor frecuencia y, aunque ella no lo reconociese en alto, la presencia de él la hacía sentir segura y, extrañamente, feliz.

Acarició el agua lentamente y alzó su mirada hacia la espalda del humano, que ahora la ayudaba a recoger algunas frutas para llevarle a su padre. Sonrió sin saber muy bien porqué, pero también siguió trabajando en su labor de recoger algunos frutos silvestres. Cerró los ojos cuando sintió una suave brisa acariciándola, pero enseguida los abrió de nuevo al sentir la presencia del humano a su lado.

-He encontrado todo esto-se agachó frente a ella para mostrarle una bolsa completamente llena-. No sé si habrá alguno que sea venenoso, por eso te quería preguntar.

Misteriosamente todos los frutos eran saludables y ninguno de ellos era venenoso. Eso la desconcertó pero también la hizo admirar más a aquel chico. No estaba nada mal para la primera vez que la ayudaba.

-Gracias-susurró con sinceridad.

-No me las des.

-Sí te las doy.

Su insistencia lo hizo suspirar hondamente pero también provocó que una sonrisa curvase sus labios.

-Cabezota...-alzó su mirada hacia la de ella-. Si tanto deseas agradecerme la ayuda, quiero que me digas tu nombre y empieces a llamarme a mí por mi nombre. Siempre estás diciéndome "tú" o "eh, humano" y no sé pero me siento ofendido. Para algo tengo un nombre.

Leire lo vió fruncir el ceño y sin poderlo evitar se echó a reír. De alguna forma aquel pensamiento le parecía muy tierno, por lo que decidió acceder.

-Entonces dime tu nombre y yo te diré el mío.

-Ya, claro. Seguro que luego no me dices el tuyo.

Leire se echó a reír y decidió ignorar ese comentario.

-Bueno, si no quieres decírmelo yo no te obligo a...

-Kaled.

La sorpresa invadió los rasgos de la muchacha, que se volteó a verle. Él le dirigió una suave sonrisa, una que le indicaba era su turno de hablar. Bajó la mirada con algo de sorpresa aun, pero respondió con su nombre.

-Leire.

Nadie dijo nada el resto del día, siguieron trabajaron en silencio hasta que cayó la noche. Fue entonces cuando ella se despidió de él y Kaled prometió volver al día siguiente para ayudarla. Sin embargo, su voz irrumpió en su camino obligándola a darse la vuelta cuando pronunció su nombre.

-Leire es un nombre muy poco común-una sonrisa se extendió por sus labios lentamente-. Me gusta.

Y se fue, dejándola a ella con una expresión distinta a la habitual, pues un extraño calor recorrió su rostro instalándose en sus mejillas. Era un sentimiento misterioso para ella pero que, sin embargo, le ofrecía una sensación de que no estaba. Que después de tanto tiempo viviendo aislada del mundo, ella no estaba sola, porque había alguien a la que sí le importaba ella.

Kaled no apareció por el bosque al día siguiente. Leire le esperó todo el día, pero el humano no dió señales de aparecer por lo que decidió volver a su casa sin sospechar que, a unos pocos kilómetros de donde estaba ella, un dolido Kaled gritaba de agonía por la tragedia que había desencadenado.

Una que lo perseguiría por el resto de su existencia.

Mi Guardián #1 EncuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora