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Leire cerró los ojos ante la cálida sensación que el viento volvía a otorgarle. Aquellos momentos estaban llenos de completa paz para ella. Abrió un poco los ojos, lo justo para ver al humano que llevaba ya varios días viendo. Después de la graciosa situación en la que se había quedado por mi causa, él se había encargado de venir todos los días en espera de una disculpa y también porque sabía lo mucho que le molestaba a ella aquella situación.

-¿Vienes para acabar de nuevo boca abajo en un árbol?-Leire arqueó una ceja curiosa, lo que provocó una mirada fulminante por parte del humano.

-Ya sabes porqué estoy aquí-cuando se incorporó, Leire se obligó a mirar hacia arriba, pues el humano seguía siendo más alto que ella-. Merezco una disculpa por lo que pasó el otro día.

-No tengo porqué disculparme cuando yo misma te advertí desde el primer día las consecuencias que habrían si seguías apareciendo por las tierras de mi padre.

Él la miró muy seriamente. Ella no se dejó intimidar y no apartó la mirada. Lo que provocó un enfrentamiento de miradas por un largo rato, hasta que él mismo se cansó primero y se dejó caer al suelo.

-Entonces no me moveré de aquí.

Leire frunció el ceño. ¿Por qué aquel humano era tan cabezota? ¿Acaso quería enfrentarse a la ira de su padre? No entendía porque tenía tanta obsesión con permanecer allí.

-Haz lo que quieras. Luego no te quejes si te pasa algo. No pienso encargarme de ti entonces.

Leire dió media vuelta dispuesta a irse, cuando algo frio le cayó en la espalda. Se volteó alerta y le sorprendió ver como él tenía un pie metido en el río y lo había usado para salpicarle el agua. Entornó los ojos y acto seguido le miró mal cuando el humano se echó a reír.

-Ahora ya estamos en paz-le echó la lengua y Leire, irritada por sus palabras, corrió hacia él hasta lanzarlo al agua.

Sin embargo la reacción que esperaba de él no llegó.

-¡Maldición!-soltó ella antes de lanzarse al agua a por él cuando comprendió la situación.




Leire se escurrió la ropa del agua que la había mojado. De reojo, se permitió mirar al humano que ahora le daba la espalda. No le había vuelto a dirigir la palabra desde que ella misma lo lanzó al agua y lo rescató en el momento.

-¿Por qué no me dijiste que no sabías nadar?

Cuando él habló, fue de manera fría y seca.

-Eso no es algo que tú debas saber.

Leire decidió no insistir. Aquel humano parecía enfurecerse mucho cuando hablaban sobre aquel tema, y tampoco quería recordarle algo que le afectase así. El silencio se hizo presente en ellos y Leire se sentó en la fresca hierba para soplar a un pequeño diente de león que había cerca. Cuando se dirigió hacia él, el humano la estaba observando. Su mirada estaba apagada y oscurecida, pero podía verse el epqueño arrepentimiento que reflejaba en ellos.

-Siento haberte hablado así. Tú no tienes la culpa de ello.

Leire se sorprendió bastante con esas palabras. ¿Aquel humano se estaba disculpando con ella?

Los humanos son seres horribles que sólo querrán hacerte daño.

La mano de Leire se aferró con algo más de fuerza a la hierba. ¿Por qué estaba dudando de las palabras de su padre? Obviamente aquello era una trampa. El humano sólo quería confundirla para luego hacerle daño o matarla. No podía bajar la guardia por unas simples palabras como aquellas. Apretó los labios levemente y no respondió a sus palabras. Sólo se incorporó del suelo para mirarlo a él, con toda la frialdad que pudiesen mostrar sus ojos, en un intento de olvidar aquel extraño sentimiento que había entrado en ella por unos segundos.

-Asegúrate de no volver nunca más. En esta tierra no aceptamos a humanos.

Se dió la vuelta para alejarse de él y de aquel pensamiento que en su mente había aflorado por un pequeño segundo ante las disculpas de ese humano.

Padre, quizás los humanos no son tan malos como pensábamos.

Mi Guardián #1 EncuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora