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Kaname sostenía entre sus manos un viejo libro de un tema que no le interesaba, pero no podía dejar de mirar por la ventana, quería ver al joven de cabellera plateada.

- Él está aquí - le dice Yuuki desde el umbral de la puerta - Hermano, quiero que confíes en mí -

- No entiendo de que habla, señorita Yuuki -

- Me duele que me digas señorita, cuando soy tu hermana menor -

Kaname la miró a los ojos, y dejando el libro en una pequeña mesa, se acercó a la joven.

- Es difícil para mí confiar en esta familia.  Los quiero por que son parte de mi familia, aunque nunca me han tratado como parte de esta -

- Lo sé, nunca hemos sido la familia que mereces, pero puedo jurar por Dios que nunca has estado fuera de mi corazón, pero también soy una cobarde que no se ha atrevido a ir contra mis padres, en especial con papá -

Kaname sintió que su corazón volvía a doler, de los tres, al que más quería era a su padre, él hombre era el único que alguna vez le mostró algo de piedad. El joven estaba sumergido en sus pensamientos cuando sintió que las frías manos de Yuuki tocaban su rostro.

- Por favor, te lo ruego déjame llegar a tu corazón, permítete conocerme, pero de verdad -

- Lo... lo intentaré - responde con completa franqueza

Yuuki se atrevió a abrazarlo, dejando un beso en su mejilla antes de salir de la habitación del castaño.

En tanto Zero y Hana esperaban en uno de los salones a que Yuuki llegara, extrañamente los jefes de familia no estaban presentes.

- Buenas tardes - saluda la joven, acercándose donde el joven omega se encontraba - Es un gusto para mí tenerlos en mi casa - y tomando las manos de Hana - Me hace muy feliz que hayas aceptado mi invitación -

- Fue muy grato recibir su invitación, señorita Kuran -

- Dígame, solo Yuuki ¿Somos amigos? -

- Como usted diga, Yuuki -

Zero se mantenía atento al actuar de la joven, no podía sacar de su cabeza las aprensiones de su madre, pero también era verdad que la Yuuki que conociera tiempo atrás y esta eran tan distintas, que por decir menos lo tenían muy confundido.

- Señor Kiryu, mi padre se encuentra delicado de salud y esta en reposo en su habitación y mi madre esta fuera de casa, espero que eso le mantenga tranquilo -

- Entiendo, señorita -

Los tres compartieron unas tazas de té, acompañada de varios pasteles y panecillos. Al cabo de dos horas de visita, Zero pidió excusas y se retiró, Hana se quedaría un tiempo más y el carruaje de los Kiryu pasaría por el antes del anochecer.

Zero con ayuda de Cross llegó hasta la puerta de la habitación de Kaname,  quien en cuanto sintió el aroma del alfa, corrió hasta la puerta y en cuanto esta se abrió se arrojó a los brazos del peliplateado.

El segundo beso entre ellos fue lleno de urgencia por parte del castaño, que bajo la influencia de los síntomas previos al celo, se sentía más desinhibido que de costumbre.

- Calma. Nos caeremos si sigue así - dice Zero intentando sujetar al castaño y cerrando la puerta a su espalda

- Lo extrañé mucho, mi señor Kiryu - responde con la voz cargada de deseo

- Yo también le he extrañado muchísimo, pero debe calmarse. No quiero faltar al respeto, si usted sigue así no podré controlarme -

- No se controle, yo tampoco lo haré -  y acercando sus dedos a los botones del chaquetón de Zero, desabotonó los dos primeros

- No - le susurró al oído - No haga esto, yo lo quiero y lo respeto, joven Kaname. Quiero que sepa que estoy profundamente enamorado de usted y que no descansaré hasta hacerlo mi esposo -

Kaname al oírlo, sintió vergüenza de sí mismo. Él se había dejado llevar por la lujuria, dejando a un lado la desencia y el decoro que un joven omega debía tener. Zero notó el sonrojo en las mejillas del castaño y tomándolo del mentón hizo que levantara la mirada.

- Yo estoy muy enamorado de usted y si sus sentimientos son como los mios, no tiene porque sentir vergüenza. Yo también estoy loco por usted -

- Pero no actúa como yo, le pido perdón -

- No lo hago, porque ya soy algo mayor que usted y he aprendido a controlar mis instintos, pero sepa que muero por tocarlo, besarlo y hacerlo mío -

Kaname se volvió a sonrojar, pero esta vez no ocultó su rostro. Lo que causó un efecto inesperado en Zero, que siempre se mantenía en calma. Lo siguiente que ocurrió en esa habitación fue una explosión de amor, tanto Kaname como Zero se necesitaban, se anhelaban, se deseaban.

Kaname nunca había experimentado nada parecido, su corazón se sentía sumamente agotado y su vientre ardía ante el aroma de su alfa, y Zero no estaba más calmado que el castaño, el dulce aroma de su omega lo envolvía y le hacía gruñir de frustración al saber que no podía llegar más allá de esos ardientes besos y caricias.

- A...algún día, cuando sea mi esposo, le prometo que lo haré sumamente feliz - le susurraba al oído

- Ya me hace muy feliz, en este momento. No puedo creer que merezca tanta felicidad -

- No hable así, mi dulce amado. Ya le había dicho que usted merece toda la felicidad del mundo - y sin más lo volvió a besar

Kaname estaba de espalda en la cama, mientras Zero estaba sobre el cuerpo del castaño. Cuando el más joven pasó su lengua por detrás de una de las orejas de Zero. Fue en ese momento cuando el instinto le ganó a la razón y Zero sin siquiera ser consciente de sus actos rompió parte de la blanca camisa de Kaname para morder con fuerza entre el cuello y el hombro del castaño, quien gimió ante la sorpresa, para luego suspirar feliz de aquella muestra de posesión del peliplateado para con él.

- Ahora eres mio. Eres mi omega y juro que lo será para siempre -

UN PRÍNCIPE MUY AZULDonde viven las historias. Descúbrelo ahora