Hechizada. (jenlisa)

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La verdadera tragedia no es perder el control, sino no saber cómo encontrarlo de nuevo."

Henry Miller.

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JENNIE KIM.

PASADO.

Absorta en mis pensamientos, perdí el hilo de lo que ocurría a mi alrededor, que era claramente chicos corriendo por todas partes, saltando y lanzándose una pelota, buscando distracción a lo que comienza la clase. Llené mis pulmones de aire y seguí avanzando, abriendo mi casillero y entrando ahí mis libros para sacar nuevos papeles.

Los leí por arriba, asintiendo con la cabeza. Cerré mi casillero y arreglé mis lentes, dando un paso al frente, pero siendo detenida por una silueta la cual era similar para mí. Mi cuerpo se estremeció, no precisamente de felicidad, era un miedo contenido de hace varios meses.

Me aferré a los papeles, abrazándolos a mí y frunciendo el ceño, sintiéndome pequeña delante de Emrin y su grupo. Intenté dar un paso al frente, pero su mano se acentuó en mi hombro, empujándome hacia atrás, impidiéndome el paso.

—No, tú no te vas —sonrió con malicia—. Tú me debes varias, Kim.

—Yo no debo nada —hablé mirando hacia abajo—. Yo solo quiero ir a mi clase.

Volví a caminar, pero fue en vano, porque su cuerpo se interpuso en mi camino.

—La bolita de grasa quiere irse a su clase —formó un puchero, burlándose de mí—. Pobrecita, ¿qué más quiere una gorda como tú?

Mis ojos se humedecieron, —Déjame, Emrin.

—Pero si me divierto contigo, eres mi pelota favorita —se rio de su chiste agrio—. Te di una tarea para que la terminaras, ¿dónde está? La tengo que entregar hoy.

—No la he po-podido terminar —sorbí mi nariz, reteniendo las lágrimas—. Pero te la traeré más tarde.

—Creo que no te quedó claro, ¡la tengo que entregar hoy! —me empujó con más fuerza—. Me irrita la gente que no hace lo que digo.

—Basta —la detuve, con mi labio inferior temblando—. No soy tu muñeca a la cual le puedes dar órdenes.

Sus labios se separaron, asombrada por mi contestación. Era la primera vez que lo hacía, desde que Emrin puso su mirada en mí y aseguró que me haría la vida imposible solo por no ser como ellas, por ser una persona con sobrepeso. Era como ella lo decía, era su pelota favorita.

Las lágrimas sin previo aviso, comenzaron a salir de mis ojos, y aunque yo no lo quería, era imposible cuando ella me miraba de esa manera y me sentía tan inferior.

—Te estás relevando —soltó una carcajada—. Tan patética. Esto te pasa por ser una fea, estúpida y gorda chica. Tus padres deben odiarte, les causas muchos problemas.

—¿Por qué lo haces? —pregunté llorando.

—Porque tu padre no hace más que hacerle la vida imposible al mío en su trabajo, él es el mejor allí, pero aquí, su pobre hija, no es más que una obesa y estúpida —empujó mi cuerpo hasta que este cayó al piso—. Eres estúpida —me quitó los lentes y los lanzó a un lado—. Y no hay nadie aquí para que te proteja.

Su mano se levantó para golpearme, cerré mis ojos esperando el golpe, pero ese nunca llegó. Los fui abriendo lentamente, encontrándome con una chica rubia, quien detuvo la mano de Emrin para que no me golpeara.