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El delirio no es más que una manera de llenar el vacío que hay entre el deseo y la realidad.

Luis Buñuel.

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JENNIE KIM.

Sentí una frialdad por todo mi cuerpo, tenía mi cuerpo inmovilizado y mis ojos vendados, no podía siquiera respirar, porque sentía que mis pulmones estaban llenos de miedo, los sonidos no eran claros y las voces del fondo roncas, casi imperceptibles.

Era mejor pensar que estaba delirando a que esto me estaba ocurriendo de verdad, pensé en mi padre, en que probablemente quieran resolver sus asuntos a través de mí, y mi corazón se hizo una bola de pánico, una que estuvo reflejada en los temblores de mi mano.

No podía hablar, en mi boca había algo que lo impedía, así que lo único que se me permitía transmitir, era eso, mi miedo. Uno que se percibía en mis temblores y en como reaccioné cuando intentaron moverme.

Todo estaba tan oscuro como la angustia. Todas las cosas malas que pueden pasarme fueron las que me dieron la idea de que no iba a sobrevivir, que quizás este era mi final, de que no podía permitirme temer, pero era lo único que tenía.

Lo único que albergaba mi cuerpo en ese preciso momento.

Movieron mis manos hasta la parte de atrás, amarrándola y provocándome un daño, gimotee e intenté zafarme, pero lo único que recibí fue un apretón por parte de los tipos que me tenían de esta manera.

Y ahora estoy sentada en una silla, amarrada, y el miedo me consume. La oscuridad me rodea como una manta densa que no puedo apartar. No puedo ver nada, pero siento que el entorno es frío y áspero. Las voces a mi alrededor son incomprensibles, distorsionadas, como si provinieran de algún lugar lejano, un eco interminable que me atormenta.

Las cuerdas me aprietan las muñecas y los tobillos, y cada movimiento es un recordatorio cruel de mi impotencia. Me duele la espalda, y mi cuerpo está tenso por el esfuerzo de mantenerme erguida. Mi respiración se acelera, y el sonido de mi corazón late con fuerza en mis oídos, casi ahogando el murmullo de las voces.

No quería creer que todo esto estaba ocurriendo por mi padre y sus negocios, un cirujano prestigioso envuelto en temas de ventas de órganos y que puso a su familia en peligro, pero había oído hablar de los negocios oscuros de mi padre en más de una ocasión, pero siempre desde la distancia, siempre con la puerta entreabierta o a través de conversaciones susurradas que nunca quise escuchar. No sabía los detalles, solo que era algo sucio, peligroso. Mi padre siempre había sido una figura distante, y ahora entiendo, en mi aterradora claridad, que su vida estaba llena de trampas y secretos.

Ahora, la realidad se ha vuelto una pesadilla palpable. La deuda que tiene, que me han dicho que es inmensa, me ahoga más que las cuerdas. La posibilidad de que me maten, de que mi vida sea una víctima de los errores y deudas de mi padre, me aterrorizan. El pánico me consume en oleadas, y mis pensamientos se arremolinan con imágenes de mi propia muerte, de un destino cruel que no puedo evitar.

Cada crujido, cada movimiento en la oscuridad me hace saltar, temiendo el momento en que esas voces inidentificables se vuelvan amenazas reales. El desconocido peligro, el miedo de ser una mera pieza de cambio en un juego que no comprendo completamente, hace que el terror sea más agudo. Estoy atrapada en un abismo de incertidumbre y miedo, esperando con desesperación que alguien, en algún lugar, pueda salvarme antes de que sea demasiado tarde.

Hechizada. (jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora