⁺‧₊˚ ཐི⋆2⋆ཋྀ ˚₊‧⁺

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La traición no puede ser olvidada, ya que el perdón solo se le concede a aquellos que no han sido heridos.

William Shakespeare.

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JENNIE KIM.

—Y como puedes apreciar —abrió los brazos en el invernadero—. Esta es la parte más íntima de la empresa, lo mandó a hacer el jefe para su esposa, pero ella falleció.

—Esto es precioso —acerqué mi rostro a una flor—. Me fascina esto aquí. Se respira paz y olor a tierra.

Aderith sonrió, —Sí, eso sí, pero es un lugar que te permite ver mucho más allá que solo edificio. He venido aquí cuando el sol se pone y créeme, la vista es magnífica, pero lo es aún más cuando tienes una buena compañía, una copa de vino en tu mano y una linda chica.

—Es mi primer día, espera por lo menos a que tenga una semana —bromeé—. Me estás coqueteando de una manera muy descarada.

—¿Funciona? —sonrió de lado—. Te falta conocerme, pero eso lo podemos ir averiguando conforme pasen los días, el tiempo y así.

—Es que así no funciona conmigo, primero conozco, y después actúo —aseguré.

—Uno nunca termina de conocer a las personas, Jennie. Pero acepto eso, primero conocer y después lo demás —se apoyó de una de las mesas.

—¿Tienes hermanos o hermanas? —pregunté, girándome hacia ella.

Aderith dudó, como si estuviera replanteándose el sí es buena idea decirme las cosas o no. Sus ojos se entrecerraron y ella miró hacia otro lado, tejiendo una red de inseguridades en el ambiente y todo tornándose algo pesado para como habíamos comenzado.

—Tengo, pero no me llevo tan bien con ella —dijo sincerándose—. De todas formas no es lo más relevante aquí. ¿Tú tienes?

—Sí, tengo una, se llama Samirah —la miré dubitativa—. Siento que me contaste todo, pero no toda la verdad, hablaste de tu hermana como si te molestara siquiera mencionarla.

—Su vida es más complicada, Jennie —se encogió de hombros—. Me incomoda mencionarla por la relación poca estrecha que tengo con ella, cree que tiene el mundo en sus manos, cuando no es así.

—No me digas que es narcisista —entrecerré la mirada, intentando leer más allá de sus monótonas palabras—. O peor aún, te odia.

—No me odia y no la consideraría narcisista, pero es difícil de explicar, Jennie —ladeó la cabeza—. Es mejor que nos concentremos en el ahora, no vale la pena gastar el tiempo hablando de mi hermana y de lo terca que es.

—Algo me dice que te pareces a ella.

—Digamos que un poco —hizo una seña diminuta con sus dedos—. Ya viste el lugar, ya sabes que tengo una hermana, mi nombre completo... ¿Qué más te falta?

—Saber que no me vas a secuestrar para vender mis órganos —aclaré. Ella sonrió—. Y saber que conocerte no hará que todo el mundo hable de que me colgué de ti.

—Nadie diría eso, nadie sería capaz, porque no es así. Nos conocemos hace menos de un día, si alguien se atreve decirlo, pediré que lo sancionen de ser posible, o por lo menos hablaré con esa persona —se enderezó—. No quiero robarte más tiempo, regresemos que desde ya tenemos mucho trabajo que hacer.

La mano de Aderith se posó en mi espalda baja, en todo el camino, incluso en el ascensor, en el cual se podían escuchar claramente nuestras respiraciones. Sostuve la respiración hasta que estuvimos fuera del ascensor, donde ella se despidió de mí, diciendo que me vería en la noche y ahí estaba nuevamente yo.

Hechizada. (jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora