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En un beso, sabrás todo lo que he callado.

Pablo Neruda.

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JENNIE KIM.

Busqué con la mirada, incómoda por la presencia de todos esos ojos depredadores, la sensación de carga en mi cabeza, pensando que Aderith había escapado por esa misma razón, por la incómoda sensación que dejaba impregnada estar en un lugar como este.

Podía ver a Lalisa, inmersa en una conversación con varias personas, yo, por otro lado, me mantenía al margen, probando la variedad de vinos que se encontraban en dicha mesa, analizándolo uno por uno o quizás quería hacerme la interesante.

Me sentía intimidada, pero no dejaba que eso me afectara. Levanté la mirada, sintiendo una presencia masculina, cuando choqué mirada con aquel chico, ojos grises, tenía una sonrisa, como si de mis labios hubiera escapado algo muy gracioso o en mi cara se encontrara algo más que la mascara.

—¿Buenas noches? —arrugué el ceño—. ¿Se le ofrece algo?

—Te vi muy solitaria, y supuse que estabas sola, no sé si me esté equivocando —me miró curioso—. Me presento me llamo Arzhel, ¿puedo saber tu nombre?

—No creo que sea necesario para conocerme —respondí directa, sacándole una sonrisa.

—Muy bien, tienes un punto a tu favor. ¿Tampoco puedo saber a qué familia perteneces? No solo has estado sola, sino que bajaste con Lalisa Manobal del brazo, que yo sepa jamás le he conocido una novia.

—Las apariencias engañan, no todo lo que se come se dice —alcé las cejas, buscando la mirada de Lalisa, pero sin éxito a encontrarla.

No solo se había perdido Aderith, sino que también ella, no sé qué está peor esta noche. Esto de ligarme con personas que no conozco y sobre todo tan peligrosas, porque no tonta, sabía de donde provenían. Sus joyas no eran de trabajo limpio y su vida era todo un drama para protegerse del daño que le causaría si la policía se llegaba a enterar.

—No lo digo solo por qué sea Lalisa, sino también porque la policía localiza a todo lo que esté cerca de ella, es una de las mafiosas más grandes —Azrhel miró hacia atrás—. Y se te perdió.

—Le solté la correa —alcé las cejas con ironía, buscándola de igual manera—. Lamento tener que dejarte, iré a buscarla.

—Espera —me sostuvo la mano—. Dudo que ella desee que la interrumpas, mejor quédate aquí. Siempre que hace estas fiestas es por una razón, seguro quiere negociar, ¿o hay otra razón?

—No tengo la menor idea, Azrhel, si tienes tanta curiosidad lo mejor será que se lo preguntes tú mismo.

—Preguntarle algo es cosa imposible, recuerdo cuando se vio en peligro solo por querer matar a un cirujano muy conocido —dijo Azrhel, capturando mi atención.

—Disculpa, ¿sabes como se llama ese cirujano? —pregunté.

—No con exactitud, pero si sé que su apellido era Kim —confesó—. Y Lalisa lo mató, las razones son desconocidas, pero ella no mata sin razón de por medio, o quizás sí, Lalisa es impredecible.

—Impredecible —murmuré.

Sentí la avalancha de rabia colarse en mi sistema, esas ganas de encontrármela y gritarle delante de todos.

—¿Me disculpas?, tengo que hacer algo —dije, crucé por su lado y caminé a través de las personas.

Esquivé a todo viejo que quisiera detenerme para hablar, estaba buscando a alguien específica, que no tuve éxito en encontrar, por más que fui a su despacho y abrí todas las puertas de esa enorme casa, mi intento de encontrarla fue nulo. Avancé hasta una de las habitaciones y agarré mi celular, marcando el número de Aderith.

Hechizada. (jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora