diecisiete

80 16 1
                                    

En tres semanas no me había cruzado ni una sola vez con Leehan, pero bueno, la vida no puede ser tan tranquila por tanto tiempo, ¿verdad? A veces, el caos es necesario.

Quizás, aunque quiera negarlo, me gustaba el caos. Soy demasiado tranquilo, y, a decir verdad, siempre termino rodeado de personas que son todo lo contrario a mí. Lo noté cuando me hice amigo de alguien tan diferente a mí como lo es Jaehyun.

Hablando de Jaehyun, me tomó de las manos para captar mi atención, señalando una de las mesas en aquella acogedora cafetería. El lugar era pequeño, con tonos cálidos y un aroma a café que envolvía todo. No me culpen, soy un gran fanático de la cafeína, por eso siempre supe que no viviré mucho tiempo, pero eso no me molesta.

Saludé con una sonrisa a Woonhak y luego desvié la mirada hacia Leehan, pero no la sostuve por mucho tiempo. Mis ojos cayeron sobre quien estaba a su lado, era Riwoo, pero tampoco gasté mucho tiempo mirándolo, solo le sonreí.

No piensen que yo estaba en esta situación por propia voluntad, eso sería imposible. Sin embargo, acepté venir con Jaehyun, pero como mi cerebro no funciona bien con solo dos horas de sueño, acepté venir con él a esta cafetería pensando que solo estaríamos los dos. Dejé de lado el hecho de que Jaehyun no puede estar lejos de Woonhak ni dos segundos, y como si mi mala suerte no fuera suficiente con los maestros que me han torturado estos días con demasiados exámenes, Leehan, que es el chicle de Woonhak, estaba aquí también, obviamente.

Ignorar a Leehan cuando estamos rodeados de gente es sencillo, pero que su mirada no dejara de enfocarse en todo lo que hacía me estaba poniendo realmente nervioso. Espero haberlo ocultado bien.

—Voy a pedir yo —dije rápidamente cuando escuché el debate entre Woonhak y Jaehyun sobre quién iría.

Lo único que necesitaba era salir de ahí por unos momentos. Me levanté de la mesa y fui al mostrador.

—¿Taesan? —preguntó una voz familiar.

—¿Sungho? ¿Trabajas aquí?

—¿Tiene algo de malo?

—¿Ah? No, pero ¿por qué estamos haciendo tantas preguntas? —respondí, y él sonrió.

—Trabajo aquí solo una vez a la semana. Lo sabrías si contestaras el celular.

—Lo siento por eso, pero los exámenes me están consumiendo.

—En eso te entiendo. Por cierto, ¿me compartes tus apuntes?

Asentí y luego le dije lo que íbamos a pedir los chicos y yo. En ese momento, agradecí tener buena memoria porque todos habían pedido más de una cosa.

—Llevaremos el pedido a tu mesa enseguida. Puedes pagarlo ahora o después, pero te aviso que mi turno ya está por terminar, así que te tocará pagar sin descuento.

—No necesitas poner una excusa para seguir hablando conmigo, somos amigos —le seguí el juego, y ambos sonreímos.

Saqué el dinero para pagar la cuenta; realmente no me importaba pagar por todos, era dinero de mis padres después de todo. No es que no lo valore, pero si me obligan a estudiar lo que no me gusta, por lo menos puedo darme todos los gustos.

—El café americano es para ti, ¿verdad? —Asentí— Entonces, ese será gratis.

—No, no hace falta —negué con las manos.

—Es por los apuntes.

Sonreí como respuesta, le pasé el dinero y esperé a que cobrara.

—¿Quién es el que está contigo? —preguntó mirando detrás mío.

número Donde viven las historias. Descúbrelo ahora