veinte

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Sus manos recorrían mi cuerpo. Los sonidos que escapaban de mi boca, no los podía retener pero no me importaba, disfrutaba de lo que me hacía sentir. Él tiro de mi cabello pidiendo que me acercara para unir nuestras bocas de nuevo.

Dejo una pequeña mordida en mis labios hasta descender a mi cuello y hacer lo mismo allí. Dejando rastro de que sus labios estuvieron ahí.

—Leehan... —fue lo último que logré decir antes de que el placer me venciera.

El único sonido en la habitación era mi respiración agitada, mientras él se levantaba, sin decir una palabra, y comenzaba a vestirse. Lo vi marcharse. Me quedé allí unos momentos, contemplando el techo, hasta que decidí hacer lo mismo, excepto por salir.

Arreglé lo que pude, aunque el dolor de cabeza me recordaba lo poco que había dormido estos últimos días. No estaba acostumbrado a no descansar lo suficiente, y la razón era obvia: Leehan.

Aquella noche en la que dijo que me esperaba afuera, jamás pensé que lo decía en serio, pero lo encontré en su coche y lo que ocurrió esa noche fue el comienzo de algo que se repitió una y otra vez. Después de eso, lo hicimos en su cama, en la mía, incluso en su baño. Si soy honesto, ya perdí la cuenta de cuántas veces había sucedido.

La situación se volvió tan frecuente que, aunque ambos intentamos evitar hablar del tema, llegó un momento en que no tuvimos opción. Al final, acordamos que seguiríamos siendo amigos, pero con una regla: siempre que alguno de los dos quisiera que pasara algo más, no habría problema, mientras no afectara nuestra amistad. Sí, éramos algo así como follamigos.

Era claro el porqué no había besos regados a menos que estuviera ocurriendo algo más, ni caricias sutiles. Porque al final éramos amigos, compartiendo conversaciones tontas que no cambiaría por nada, pero luego siempre terminábamos en el mismo punto: teniendo sexo. No había amor en esos momentos, o al menos eso creo.

En lo personal, no me molestaba, aunque sabía que Jaehyun se quedaría de piedra cuando se lo contara, si alguna vez llegaba a hacerlo. Porque una de las "reglas" era que nadie,  debía saberlo, ambos creemos que es incesario y lo mejor.

Cerré los ojos sin poder creer todo lo que podía pasar en un solo mes. Mi vida ya no era tan tranquila y aburrida desde que apareció leehan.

...

Jaehyun era un desastre, o al menos su alrededor lo era.

Había harina por toda la cocina, no solo en el suelo y la mesada, sino también en su cara y los utensilios estaban esparcidos por todas partes.

— No me mires así, esto calma mi ansiedad —dijo Jaehyun al verme entrar en la cocina.

— ¿No lo hacían las fiestas?

— Son las dos de la tarde, no voy a ir de fiesta a estas horas. Además, tengo algo importante que hacer.

— ¿Cita con Woonhak? —pregunté, probando un poco de los muffins que estaban en un plato. Ya listos.

— ¿Quedaron bien? —asentí con la boca llena—. No es con Woonhak, o sea, sí, pero no. Es con sus papás y él.

— ¿Aceptaste después de un mes? —pregunte confundido, aún con la boca llena.

— ¡No escupas sobre el chocolate! —exclamó, apartando el bol con chocolate—. Sus papás no estaban, recién volvieron.

Suspiró cansado.

— ¿No quieres hacerlo? Si lo estás haciendo por presión, no deberías...

— No lo hago por eso, pero estoy asustado.

— Todo estará bien. ¿Puedo probar eso? —pregunté, señalando las donas. Él me las pasó.

— Por lo menos te beneficia mi sufrimiento.

Me alejé para sentarme en el sillón y seguir comiendo, cuando de repente, un olor no tan agradable me llegó.

— Jaehyun, sabes que no soy experto en la cocina, pero creo que algo se está quemando.

— Mierda —lo escuché maldecir—. ¡Puedes ayudar y no reírte!

Aún sonriendo, me acerqué para despejar un poco la mesada y que pudiera poner el pastel allí, o bueno, lo que quedaba de él, ahora parecía carbón.

— Soy un desastre.

— ¿Mm?

— Woonhak me dijo que a su mamá le gustan los pasteles de arándanos y ahora... bueno, ¡parece un carbón! —se quejó mientras hacía un berrinche.

— No te preocupes, me quedaré a ayudarte y haremos otro, ¿sí?

— No conseguí los arándanos y ya no quedan más, usé los tuyos. Perdón.

— Está bien, puedes llevarle otra cosa. Todo lo que cocinas es delicioso. Yo voto por las donas —mencioné, tratando de animarlo.

— Ya veré qué hago, pero si necesito tu ayuda.

— Bueno, ¿qué debo hacer? —pregunté emocionado e intrigado. Listo para cocinar.

— No quiero herir tus sentimientos, pero cocinas como la mierda.

— ¡Oye! ¡Eso es injusto! El otro día herví el agua que me pediste.

— ¿Y dónde está el agua?

— Pues se evaporó, ese es el punto, ¿no?

Me miró con disgusto y comenzó a amasar una gran cantidad de masa. Quién sabe para qué era. Cerca de él había unas galletas que parecían recién horneadas.

— Esas no —me advirtió.

Para su mala suerte, no soy muy obediente que digamos, pero antes de tomarlas con las manos me dio un golpe.

— ¡Que no! Son las favoritas de Leehan.

— ¿Lo ves en algún lado? —fruncí el ceño y fallé de nuevo al intentar tomarlas.

— Vas a salir, ¿no?

— Más tarde —dije, volviendo al sillón. Él no me iba a dar ninguna de esas dichosas galletas.

— Woonhak me pidió un favor, pero ya que te ofreciste a ayudarme y vas a salir, ¿puedes hacerlo tú? Quiero que le lleves las galletas a Leehan.

¿Cómo adivinó que iba a visitarlo?

Se había vuelto una costumbre ir a su casa por las noches, pero todavía era temprano. Aprovecharía el favor que me había pedido como excusa para ir antes; quizás así podríamos pasar más tiempo juntos.

— Yo iba a hacerlo, pero tengo que buscar más arándanos. En algún lugar debe haber. ¿Puedes? —Se sentó a mi lado, sosteniendo las galletas.

— No te prometo que lleguen a salvo… —me lanzó una mirada de advertencia nuevamente—. ¡Solo bromeo!

— Más te vale. Woonhak está preocupado porque dice que no ha comido bien. Esto no es lo más sano del mundo, pero espero que lo disfrute —me dio una sonrisa apagada.

Termine de ayudarlo a limpiar un poco su desastre y me dirigí hasta la puerta para salir.

De todas formas iba ir pero ahora que jaehyun me confirmó que si estaba en casa, me puse algo inquieto. Lo veo casi todos los días pero de igual forma cada que nos reunimos mi corazón comenzaba a bombear con más fuerza.






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